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La Pantera
Editar textos mediante autoproducción
INDICE:
La Pantera y la comunicación, Maurizio LAZZARATO
Tesis sobre el nuevo fascismo europeo, Luogo Comune
Infinito de la comunicación / finitud del deseo, Toni NEGRI
Primera crisis del posfordismo, Toni NEGRI
La diagonal casseurs, Ilaria BUSONI
Editar textos mediante autoproducción
"Editar textos mediante autoproducción." Una vieja idea de algun@s que nunca se acabó de llevar a
la práctica. Hubo incluso un manifiesto en el que se expresaba ese deseo y se proponía la
constitución de un colectivo editorial:
"Nos mueve a plantear semejante idea la desolación discursiva y teórica en que sobreviven los
ámbitos políticos junto a los que actuamos. Como dato insoslayable. ¡Pero ningún propósito
ilustrado en el tema! La genealogía de esta condición no es sino política, existencial y deseante. La
perspectiva difusa de poner en circulación más o menos amplia materiales de interés es algo real
pero razonablemente engancha menos, es acaso demasiado indeterminada, y las limitaciones
técnicas, comunicativas y políticas pueden echar para atrás. Hablamos de desolación discursiva
porque es este –el del texto, la palabra– el territorio más accesible y en el que nos sentimos más
cercanos, pero no se nos pasa por la cabeza pensar que sea, en estos tiempos, el más privilegiado ni
el más intenso. Podría plantearse trabajar con otros medios de expresión y creación. Hay una
condición definitoria de un reenganche de procesos alternativos, de nuevas luchas, de experiencias
de creación colectiva radical –considerando esto como generalidad en torno a la cual podemos
formar una cierta comunidad política-afectiva-existencial– que pasa por la crítica interna de los
sistemas de retracción y repetición conservadora de los hábitos políticos, teóricos y comunicativos.
[…] En cuanto al material a editar, nos interesan los textos que pudieran funcionar como
instrumentos de discusión, investigación y pensamiento colectivos. En ello entra también la
literatura. Pero el carácter de anomalía y rareza, tanto como el de ser expresiones autónomas de los
movimientos o de individualidades creativas, es, si acaso, un criterio-guía. No se trata tanto de
poner a debate las identidades como de conjugar ritmos y velocidades propias, tempos, musiquillas,
múltiples tarareos en un sonido puro y simple. Un ritornelo."
Es este de hoy un propósito mucho más modesto –ya que por aquel entonces hablábamos de un
colectivo, de una red de difusión no sólo textual sino multimediática, etc.–, que se va a limitar a
poner en circulación y al alcance de quien quiera aquellos textos de difícil acceso que hace tiempo
un compañero se tomó la molestia de traducir. Materiales, a mi parecer, de altísimo interés todavía
hoy, incluso aunque fueron escritos hace varios años. Las limitaciones técnicas ya no son un
impedimento: sólo hace falta un ordenador para hacer esto. De momento, empezaré con aquellos
textos previstos para aquel proyecto editorial que dimos en llamar Ritornelo. Sin esperanza pero sin
perjuicio de que si me llegan nuevos textos de interés, los editaría en cuanto fuera posible. Valga
como presentación y como la mejor expresión de la idea que impulsa este folleto el escrito que
sigue de Maurizio Lazzarato.
la pantera
---------------------------La "pantera" y la comunicación
Maurizio LAZZARATO
L@s estudiantes italianos han okupado, entre diciembre de 1989 y marzo de 1990, ciento cincuenta
facultades. El movimiento, que ha tocado a todas las universidades comenzando por Palermo y ha
sido muy activo, sobre todo en las universidades del sur y el centro de Italia, se ha llamado la
"Pantera" . Sus métodos de lucha han sido siempre pacíficos. Los objetivos en torno a los cuales se
ha formado y han constituido las finalidades de su lucha son: 1) la retirada de una ley que
consideraba la privatización de una parte de la universidad; la oposición a la concentración
monopolista de la información (la prensa escrita y la televisión al mismo tiempo) tal y como existe
en Italia desde los años ochenta; 3) la retirada de la nueva ley contra los estupefacientes, que por
primera vez criminaliza a l@s drogadict@s. La crítica de la didáctica y la propuesta de su reforma
democrática también han estado en el corazón de la iniciativa de l@s estudiantes. El movimiento ha
buscado la solidaridad de los comités de base de las grandes empresas y de otros movimientos
sociales, encontrándola sobre todo entre los trabajadores de los transportes y en el sector terciario.
Al movimiento, que ha tenido un extenso eco en los institutos, también se le ha llamado
"movimiento de los fax", pues el primer sitio ocupado, en todas las universidades, fue la oficina del
telefax y la primera iniciativa la conexión en tiempo real de todas las ocupaciones. Al final del mes
de marzo, de sus encuentros nacionales, el movimiento ha decidido una suspensión de la acción de
ocupación. En el momento en que este artículo se escribe sus estructuras de organización están aún
intactas.
Los movimientos sociales que marcan políticamente el final de la fase neoliberal plantean
inmediatamente el problema de la comunicación como condición fundamental de su propia
existencia y de su desarrollo. Y esto a la vez desde un punto de vista interno y un punto de vista
externo a estos movimientos. En el interior de los movimientos sociales, la cuestión de la
comunicación depende de un contexto de democracia muy radical y directa que no admite ninguna
división entre lo social y lo político, entre lo económico y lo político, entre lo individual y lo
colectivo. Vuelta hacia el exterior, la comunicación se plantea como un problema de estrategia de
lucha y de afrontar el sistema de la información, que es experimentado espontáneamente como
adverso y peligroso. Estos movimientos se han familiarizado con lo "nuevo" de la comunicación.
Las nuevas formas de percepción, las nuevas cualidades del "cuerpo" y el "alma" ligadas a ese
nuevo saber y esas nuevas prácticas forman parte, en adelante, del patrimonio antropológico de
estas nuevas subjetividades. Lo que hace falta aún es el dominio colectivo de ese proceso y sobre
todo la definición de una estrategia política en relación al sistema político-mediático. Los
movimientos han procedido a tientas y en tentativas sucesivas, mediante ensayos y errores. No
podía pasar otra cosa, al estar todo por inventar.
L@s estudiantes italian@s y la comunicación
"Y qué es un movimiento sin emociones, sin rabia, sin transgresiones, sin desafíos, sin
invenciones... Nadie tiene el coraje de afirmar, con serenidad, que todo verdadero movimiento no es
sino ilegal, pues aspira a cambios radicales, y por tanto a nuevas formas de legalidad." Estas
palabras no son las de un "nostálgico" de los movimientos revolucionarios y de su simbólica, sino
las de un apacible periodista del diario más importante de la burguesía italiana. El acontecimiento
político del que habla es el movimiento de okupación de las facultades italianas que se ha
desarrollado entre diciembre y marzo de este año [1990]. Si nuestro periodista hubiera escrito este
artículo hace sólo diez años, hubiera sido catalogado inmediatamente como fiancheggiatore
("cómplice") del terrorismo, cattivo maestro (maestro del pensamiento inmoral por haber tratado de
comprender desde un punto de vista sociológico y político un movimiento cuya imagen sólo podía
remitir a la violencia). Algún juez hubiera constituido un dossier sobre su persona, incluyendo una
estancia en las prisiones de la república para permitirle poner en orden sus ideas y confesar... ¿Qué
le ha pasado a este periodista, antaño antiguo defensor del inmovilismo del sistema político italiano,
para que hoy venga a dar lecciones de ética revolucionaria? ¿Qué es ese himno a la ilegalidad ("los
jóvenes están obsesionados y amordazados por la legalidad"), después de que en nombre de la
legitimidad y la legalidad del poder, se haya justificado todo ("suspensión del Estado de derecho" y
de la libertad de prensa, tortura, persecución judicial, exilio)? ¿Habría salido por fin la prensa
italiana del periodo de emergencia (periodo que ha continuado hasta ahora, pues la sociedad italiana
continúa rechazando el movimiento de los años setenta) para empezar a cumplir con su deber, no
sólo democrático, sino también revolucionario? Yo creo más bien que ese viraje de ciento ochenta
grados del periodista es representativo del pánico que ha agarrado al sistema político italiano frente
a la eclosión de un movimiento "imprevisible", para él incomprensible y que le pone directa y
radicalmente en cuestión. En efecto, este movimiento plantea en el centro de la discusión y en el
fundamento de su existencia el problema de la comunicación, y al mismo tiempo se sustrae al deber
del diálogo mediático. En la base del movimiento hay un rechazo: el rechazo masivo y colectivo a
comunicar con el sistema institucional de la información, el rechazo a entrar en el diálogo
democrático de los media. A los periodistas y a los equipos de la tele se les mantiene
cuidadosamente al margen de las asambleas del movimiento, o son atentamente seleccionados.
Todas las informaciones, antes de ser entregadas a la prensa, son redactadas y estrictamente
controladas por los estudiantes organizados en agencias de prensa. El bloqueo que l@s estudiantes
oponen a la circulación de la palabra mediática no es un rechazo extremista, sino un acto radical que
desvela la naturaleza de la comunicación y que, en este distanciamiento, la rearticula según otros
agenciamientos. El que esa crítica no se haga en las formas "ritualizadas" de la práctica
revolucionaria, sino de una forma que devuelve irónicamente a los media la figura del hombre
medio mediático, es lo que el periodista no puede entender. No puede imaginar que en un mundo
demasiado pleno en el que todo debe ser hablado y todo debe ser visible, un movimiento eliga el
silencio y la invisibilidad en relación a los media. ¿Por qué esa desconfianza "natural" por parte de
estos jóvenes que no han conocido otra tele que la de Berlusconi y la apología mediática del made
in Italy? No se trata sólo de la naturaleza actual del sistema de comunicación que ha conocido una
concentración capitalista sin precedentes en la historia italiana: toda la prensa escrita está en manos
de dos o tres industriales italianos (sólo Fiat controla el 25% de la prensa escrita) y la tele está
controlada por entero por el tándem Estado/Berlusconi. Tampoco se trata de la "evidencia" del papel
de la comunicación: en primer lugar, devastación de los movimientos de los años setenta, luego
normalización y borrado de toda huella de alternativa política y cultural. Las razones son más
"ontológicas". Nuestro periodista se da a sí mismo "una" buena respuesta: "Las asambleas están
formadas por gente que tiene terror de ser homologada (e incluso descrita por los periódicos)..."–
(subrayado del propio periodista).
Ese rechazo plantea un montón de problemas que, a falta de poder desarrollar, procuraremos al
menos enumerar.
El rechazo como distanciamiento que permite la emergencia de una subjetividad colectiva
El rechazo a comunicar instaura un vacío que permite la emergencia de una forma colectiva de
"separación" que toca un dominio que todo el mundo preveía que fuera el del control, la
normalización, la pérdida de sentido y la indiferencia. Desde el punto de vista formal, este rechazo
se asemeja extrañamente al rechazo obrero a continuar trabajando. Y, como en la huelga, el acto de
rechazo y sus consecuencias para la subjetividad son más importantes que el contenido
"reivindicativo" de la lucha. Lo que cambia radicalmente es, por una parte, la cualidad de esta
"fuerza de trabajo", cuyo savoir-faire es esencialmente un savoir-faire comunicativo y, por otra
parte, la relación que estas nuevas cualidades permiten instaurar entre individuos y colectividad.
Pero la diferencia más notable respecto a los obreros tradicionales tiene que ver con las relaciones
que esta joven fuerza de trabajo mantiene con las tecnologías, más particularmente con las
tecnologías de la comunicación y sus lenguajes. Más que a la relación con las máquinas, estas
nuevas relaciones se asemejan a las relaciones que los seres humanos mantienen con el dinero y los
objetos en general en las sociedades capitalistas. En cuanto a la cualidad de esas relaciones,
podríamos definirlas como de "distanciamiento" y de "proximidad". Estos dos términos se toman
prestados a Simmel, a quien nos referiremos para comprender la actitud de estos jóvenes en relación
a la comunicación.
La comunicación y el "depósito de la subjetividad"
Desarrollando la categoría marxiana de moneda, Simmel demuestra cómo toda forma de mediación
se plantea al mismo tiempo como expropiación de la subjetividad y como instrumento potente de su
desarrollo. Entre el sujeto y sus fines hay una serie de formas de mediación a las que podríamos
calificar de "universales concretos" (el dinero, las tecnologías, las lenguas, los códigos, las
instituciones, etc.) que tienden a destruir toda forma de "alteridad" mediante la abstracción de su
generalidad. Pero la destrucción de toda identidad ligada a la definición tradicional de la relación
social (lazos familiares, lazos simbólicos, lazos comunitarios), puede vivirse como suspensión de
los códigos morales y sus responsabilidades, y por tanto como libertad y no sólo como pérdida del
sujeto. Si interpretamos la comunicación como uno de esos universales concretos, esta introduce
una separación ("distanciamiento") entre el sujeto y lo que le es más cercano (objeto y relación
social) para ponerle en contacto con lo que le es más lejano y más abstracto (lo imaginario, el
tiempo y la simulación, y por tanto con la condiciones de la creación). Distanciamiento y
suspensión del sujeto no sólo en relación al "otro", sino también a "sí mismo". La comunicación
(que es fundamentalmente una tecnología de la subjetividad) es pues la posibilidad de una
profundización y una transformación de la subjetividad (Simmel habla acerca de este tema de un
"depósito de la subjetividad") que se constituye en la desunión de la relación social. Simmel
demuestra, pues, la independencia y la separación de la subjetividad en lo "social" (el "alma" se
opone al "espíritu" como espíritu objetivo) en relación al poder y al saber constituidos. Al amparo
entonces de las pantallas de la comunicación (tecnología que desarrolla completamente la
posibilidad propia a toda mediación de "poner en contacto y alejar" al mismo tiempo) se ha
constituido una subjetividad que, bajo forma de una adhesión superficial al diálogo mediático, ha
profundizado, en cambio, su constitución individual y colectiva. El acto de rechazo ha alejado la
proximidad obsesiva del sistema de la comunicación y ha colectivizado y constituido como "espacio
público" el distanciamiento de las relaciones sociales dominantes.
Crítica de lo simbólico
Muy suspicaces respecto a la sociedad mediática y su sistema político, los jóvenes han continuado
utilizando el método de la "proximidad" y del "distanciamiento", que han dominado muy bien a
nivel individual (lo que los sociólogos han interpretado como "individualismo" y "anonimia"),
tratando de darle una forma colectiva y socializadora. El método se ha aplicado de forma muy
coherente incluso en lo simbólico y sus funciones. En efecto, ¿qué quiere nuestro periodista, sino
que el movimiento entre rápidamente en los moldes clásicos de lo político
(masa/delegación/representación democrática) y sus formas de comunicación? Pese a que fuera de
forma extremista y terrorista. La sociedad mediática no puede soportar ese agujero en las redes de
comunicación, no puede admitir ese rechazo a tomar la palabra que emana de una capa social que
hace de la palabra y del saber su profesión, pues comprende que se trata de una puesta en discusión
de su forma de representación (hoy está simbolizada mejor por la democracia catódica que por la
parlamentaria). La abstracción del telespectador y su palabra mediática acompañan y completan la
abstracción del "ciudadano" y su modelo de participación. Entonces, la comunicación debe
restablecerse cueste lo que cueste. Hoy, son las redes de comunicación las que pretenden que las
masas hablen, confiesen, deleguen, se expresen. Hay cientos de sociólogos, de expertos en
comunicación, de encuestas telefónicas…el minitel..., "derecho a responder", que se ocupan de
informar a la gente sobre lo que son. Las masas tienen que hablar. El periodista necesita la
"representación", una simbólica. Es la condición para poder describir el movimiento, para poder
hablarle. Se trata de una inversión en relación a la consigna del derecho a la expresión que ha
formado parte de los momentos fuertes de la batalla contra la sociedad "represiva". Hoy, en las
sociedades "permisivas", no basta con tomar la palabra, pues la comunicación está "podrida", la
comunicación es inmediatamente una red de poder. Frente al rechazo de l@s estudiantes, el
periodista casi siente nostalgia y echa de menos la "geométrica" claridad de la batalla que le oponía
a l@s "terroristas" de los años setenta, con quienes compartía de manera invertida, pero especular,
la misma concepción y la misma práctica de la comunicación. Siente nostalgia del estereotipo del
"revolucionario", al que él había coontribuido ampliamente a degradarse en la desesperación
terrorista. Pero l@s estudiantes no quieren dejarse describir, ni quieren hacerse hablar, como si
guardaran la memoria del "relato" que estos mismo periodistas hicieron del movimiento de los años
setenta. Por el contrario, envían a los media la imagen irónica de una masa anónima, sin asperezas,
sin contrastes. Una caricatura del hombre catódico, del telespectador tal y como lo ha creado el
audímetro. Y esta imagen de muchedumbre anónima y compacta, o si no su inversión espectacular
(el terrorista), son las únicas imágenes que los media y su estructura de percepción pueden recibir.
Por contra, un estudiante del movimiento declara: "Nuestro fin inmediato es destruir esos iconos
miméticos detrás de los que el mundo de la información está habituado a esconder nuestras
reivindicaciones." Se trata de una auténtica batalla en torno a discursos y relatos para la producción
de lo "real". La relación con lo simbólico que parece desarrollar este movimiento (incluso en su
propia simbólica) es, una vez más, el del "distanciamiento" y el juego, más que el de la
identificación. Creo (y es algo que, por ejemplo, le habría gustado a Marx) que es uno de los raros
movimientos que no ha buscado su imaginario y sus símbolos en el pasado. Desde este punto de
vista, el movimiento se ha instalado en un estado de "ausencia de memoria". Y ello no porque l@s
estudiantes carezcan de imaginación y dominio del proceso de comunicación; por el contrario, con
el símbolo de la pantera (que se ha convertido en sinónimo de movimiento), han producido una
síntesis comunicativa y simbólica que recuerda a la "eficacia" publicitaria. Actitud lúdica, incluso
en relación a su propia denominación, de un movimiento inasible cuyas identidades y pertenencias
son "móviles y que rechaza encerrarse en una simbólica absoluta". La pantera, entonces, que en las
afueras de Roma ha escapado durante varios días a la caza de las fuerzas del orden y de la que no se
han podido ver, en las pantallas de la tele, más que algunos saltos rugientes.
El panóptico invertido
Esta crítica de lo simbólico no sólo interrumpe la comunicación, el poder de informar (en el sentido
de dar forma) y por tanto el poder de intervenir en lo real, sino que instaura también una especie de
panóptico invertido. El movimiento sigue siendo invisible a todos los medios más sofisticados de
visualización y registro. Por contra, l@s periodistas y los media (y todo el sistema de la
representación) están obligados a exponerse continuamente y a ser visibles. Una visibilidad cada
vez menos eficaz.
L@s estudiantes y los media
Entonces el periodista se ve obligado a pensar a este movimiento como inesencial e ineficaz
políticamente: "y mil jóvenes intelectuales reunidos desde hace meses en asambleas permanentes
tendrían el deber de inventar nuevos lenguajes, nuevos comportamientos y nuevos canales de
participación política..." Pero, al mismo tiempo, se ve obligado a admitir que esta masa anónima y
aparentemente inarticulada rivaliza con el sistema mediático en la gestión de la información. En
efecto, el movimiento ha alternado el rechazo a comunicar y una utilización muy fina y sutil del
espacio mediático. Nunca se ha concebido la utilización de los media para hacer "propaganda" al
movimiento, sino siempre para responder golpe por golpe a los ataques conducidos por el sistema
político y los media. Una vez en el terreno de los media y de la opinión pública, l@s estudiantes han
dominado muy bien la confrontación con l@s periodistas. Han tenido siempre capacidad para
repeler los ataques de los media, que no perdía una ocasión para emplear términos de violencia,
terrorismo e infiltrados. Si el periodista se sube a sus enormes caballos, es que no alcanza a
comprender cómo esta masa "normalizada", sin organización y sin portavoz, pueda funcionar. No
alcanza a imaginar una forma política que funcionara sin transferencia de poder, delegación,
mediación abstracta, interés general y comunicación jerarquizada o sistémica. Que una gestión
democrática de la comunicación pueda ser tan eficaz como la comunicación institucional es justo lo
que no se quiere ver. No puede aceptarse que haya "comunicación" contra "comunicación". Por esta
razón los media hicieron todo para reducir el movimiento de los años setenta a violencia y nocomunicación. El abreviado terrorista fue la coartada para todo el mundo (organizaciones
combatientes incluidas) para no confrontarse con otra "racionalidad" comunicativa que la sociedad
italiana expresaba en aquel momento. Pero ahora tiene frente a él un movimiento que utiliza una
táctica diferente que le lleva hasta su legitimación última: la represión. Y se enfurece con razón,
pues, como dice uno de los estudiantes hablando de la comunicación: "La verdad es que estamos a
punto de volver contra el ‘poder’ los mismos instrumentos de los que se sirve para su afirmación."
Subjetividad
El rechazo de l@s estudiantes nunca ha sido el deseo nostálgico e imposible de una vuelta a la
comunicación directa. Por el contrario, sienten que de cierta manera la tecnología comunicativa es
una tecnología adecuada para su antropología, para su forma de percepción, para su subjetividad. Ya
que nunca han sido esclavos de esas tecnologías, han captado perfectamente la significación política
de su forma actual, modelada por la comunicación institucional, y tratan de rearticularla de acuerdo
a una forma política que convenga a su forma de cooperación social. Una vez bloqueada la
comunicación con el sistema de la información, han desplazado toda la panoplia mediática para
encarar una democracia que pueda garantizar la especificidad de cada individualidad con el
"proyecto" colectivo. Una forma de comunicación que no se constituya como mediación abstracta,
sino que tenga la movilidad, la plasticidad y la revocabilidad de su democracia. La utilización de los
fax de las secretarías (¡el movimiento se llamaba también "movimiento de los fax 90"!) de las
facultades, que ha sido el medio de constitución de una red de comunicación continua y en tiempo
real entre todas las okupaciones, ha sido sólo el símbolo más mediatizado de la comunicación
alternativa. En realidad, el fundamento de la comunicación "alternativa" ha sido la forma política
que el movimiento ha instaurado inmediatamente (la forma de la discusión, de las tomas de
decisión, de la participación, de la organización). En la base de esta democracia existe una crítica de
la forma de representación "burguesa" (pero también socialista) que ell@s expresan mediante el
concepto de "homologación" (ya retomado por nuestro periodista). En efecto, lo que rechazan es
una triple homologación: la homologación social, la homologación política, la homologación
mediática.
La crítica de la homologación social apunta a la doble presuposición que existe entre el grupo social
y su líder para la definición de su identidad: el grupo expresa a su líder, que a su vez permite la
institución del grupo (por ejemplo, la relación de representación socialista entre los obreros y sus
sindicatos o la relación religiosa entre los fieles y los padres). La homologación política es una
puesta en discusión de la separación entre social y político. La representación política se basa en un
borrado de la diversidad de la singularidad social, tanto mediante el modelo del "ciudadano" y su
parlamento como mediante el modelo del "centralismo democrático". La homologación mediática
se experimenta como exterior y adversa porque utiliza y combina las dos formas de abstracción
(social y política) para la constitución del espectador y sus cualidades. De manera un poco
"ingenua", tratan de constituir nuevas formas de representación y participación: democracia directa,
participación y tomas de decisión consensuadas. Sobre esta "rearticulación" de la forma política y
por tanto de la forma comunicativa, han implantado el proceso de constitución de una subjetividad
colectiva, una de cuyas primeras tareas es la reconstrucción de la memoria de la alternativa política
y cultural italiana. Memoria de luchas que los media contribuyeron ampliamente, en primer lugar a
destruir, más tarde a borrar y a expulsar de la memoria colectiva. En realidad, est@s jóvenes
estudiantes son una "memoria antropológica" del "rechazo del trabajo" de los años sesenta y setenta
y, apenas han puesto en marcha el proceso de subjetivación colectiva mediante su acto de rechazo,
han experimentado también inmediatamente la necesidad de una memoria "cronológica". En unos
días han vuelto a abrir la posibilidad de recobrar diez años de retroceso político y cultural de la
Italia política y mediática. Desde el punto de vista de la comunicación, este movimiento ha
heredado de toda la experiencia de los movimientos que le han precedido: desvío de la
comunicación, comunicación alternativa, utilización de la comunicación no sólo como propaganda
sino como momento constitutivo de la subjetividad (elementos todos que ya, al final de los años
setenta, estaban presentes dentro del movimiento). Al mismo tiempo, el movimiento ha tomado acta
de los errores de los movimientos precedentes y de las trampas en las que habían caído. Hablo de la
utilización espectacular de los media y de la comunicación como "propaganda", que trajeron
consigo ambigüedades llenas de consecuencias.
El sistema institucional de la comunicación
Los juicios que l@s estudiantes han hecho sobre los media son juicios muy realistas y no
ideológicos: dada la forma de la comunicación del sistema de la información, dada su naturaleza y
por tanto la imposibilidad de dominar la circulación y la distribucion de la información que ell@s
mismos producen, han preferido mantener a distancia a l@s periodistas. Ya que al sistema se le
define de ese modo, no se le ve por ello monolíticamente como un bloque y no se privan de
utilizarlo cuando es preciso. Mediante su doble negación del "acontecimiento" (la prohibición del
acceso a l@s periodistas) y del movimiento como algo "público", l@s estudiantes han dejado al
desnudo la función de la comunicación como constitutiva de lo "real" y han desvelado el dispositivo
mediático de esa constitución. En lo que concierne al primer aspecto, el movimiento ha captado el
juego de devolución y de presuposiciones recíprocas entre media, poder y público. Los media, en
efecto, están en el centro de la constitución de un doble simulacro: dar coherencia y racionalidad
(que no tiene) al poder y constituir un público. En la fragmentación de lo real y la diversidad de
lógicas que lo animan, la "ficción" mediática otorga así un referente común. Esta doble simulación
permite la constitución de un espacio público en el que los media son al mismo tiempo defensores
de la opinión pública y consejeros del príncipe. En segundo lugar, la actitud de l@s estudiantes hace
surgir lo que la "evidencia" de la comunicación se ocupa de esconder cuidadosamente: la forma de
su producción. En efecto, la información no muestra que es el resultado de un institución
socioeconómica selectiva y de un aparato técnico codificador (prensa escrita o tele). Si ya no se
trata de una estructura que excluye y censura, sus mecanismos de "participación" y de "inclusión"
son instrumentos temibles de selección, filtraje y construcción de la información. Cuando l@s
estudiantes niegan el acceso directo a l@s periodistas y quieren controlar ell@s mism@s las
informaciones que les conciernen, tratan de oponer un instrumento eficaz al poder de intervención
de los media en lo real. Más fundamentalmente, la negación de la naturalidad del acontecimiento, la
problematización del "hecho bruto", detiene el mecanismo de legitimación del sistema de la
comunicación. En efecto, l@s estudiantes quieren "negociar" la objetividad del hecho, pues el relato
de una asamblea y su debate que aparece en los media es "tratado" en un laborioso proceso de
"producción". El bloqueo del acceso a la fuente de la información capta aún otro elemento del
funcionamiento de los media. La simulación mediática sólo es eficaz con la condición de que el
periodista esté "al lado" del público y de que conozca sus características, su imaginario, sus
cualidades. No basta con hablar de lo real, con nombrarlo. Hace falta también (para informar, para
darle forma) que la información encuentre relevos, por ejemplo, dentro del movimiento. Sujetos que
vehiculen el mensaje, que lo esparzan como un cáncer dentro del cuerpo.
Si el relato mediático "significa como significa un orden", es preciso que ese orden corresponda a
"tendencias" reales en el seno de lo social. Necesita una operación quirúrgica sobre el cuerpo del
movimiento, que seleccione ciertas cualidades, eliminando otras, para construir un discurso que sea
performativo. Los media contribuyeron poderosamente a la constitución del "terrorista" al final de
los años setenta, no porque hubieran impuesto desde fuera aquella categoría, sino porque se
apoyaron sabiamente en características "extremistas" seguramente presentes en el movimiento,
poniéndolas en evidencia y dándoles coherencia y legitimidad. Esa cultura "extremista" presente en
el movimiento fue jugada (por razones completamente "opuestas", por los media y por las
organizaciones combatientes) contra las alternativas políticas autónomas que existían en el
movimiento. Dicho de otro modo, la difusión de la comunicación mediante la irradiación de un
centro (o varios centros) como la de los media, corre el riesgo de resbalar por la superficie de las
masas indiferentes y opacas, si no se enlaza con la difusión por contagio. Comunicación típica de la
comunicación social hecha de pequeñas redes y de comunicación informal. La carencia de anclaje
(de carácter interno) en el movimiento ha hecho babear de rabia al sistema mediático, pues la
"infección" del movimiento había tenido pleno éxito sobre los movimientos de los años setenta.
Desde este punto de vista, el movimiento se niega como público y sigue siendo "impermeable" a la
intervención mediática.
Management de la comunicación y libertad de expresión
Parece que las diferentes experiencias del movimiento en el terreno de la comunicación tienden a
constituirlo como fuente "independiente" y "autónoma" de información, que produce materiales
eficaces (sin tener miedo de utilizar las técnicas más modernas) y en consecuencia como "sujeto" a
todos los niveles en la relación con el sistema institucional. Esta separación, esta autonomía (y
también la posibilidad técnica de expresarla) es la única esperanza de reinventar y volver a imponer
la libertad de expresión y de palabra en la sociedad mediática. Sin duda, se trata de una indicación
preciosa para todos los movimientos sociales que quieran constituir y mantener su autonomía
política respecto a la sociedad capitalista. Tan "ingenuamente" demócratas como parecen en su
definición del método "de consenso", en esa misma medida parecen tener una estrategia de
managers en relación a los sistemas de comunicación. L@s estudiantes han demostrado verdaderas
cualidades de "empresari@s" de la comunicación.
La teoría de la comunicación de los años ochenta y el movimiento
Ultima anotación. Bajo la acción del movimiento se derrumba toda la teoría posmoderna de la
comunicación. "El simulacro ha engullido a lo real y ha hecho de él una potencia desprovista de
sentido", es la divisa de todos los posmodernos. El mundo se re-duce así a la circulación de
imágenes y signos que no remiten más que a sí mismos. Se trata de la traducción audiovisual del fin
de la historia. "Ya no puede pasar nada." La sociedad despolitizada vive entonces sentada en su
sillón al ritmo un poco lúgubre de la democracia catódica. Entonces, qué pánico al ver, sobre la
simulación de lo real, sobre la imagen de una imagen, sobre el vacío del discurso mediático que
siempre remite a sí mismo, desengancharse procesos de subjetivación independientes del poder y
del saber instituidos.
Publicado en francés en Futur Antérieur, núm. 2, verano de 1990
---------------------------Notas:
Paralelamente, o quién sabe, al comienzo del movimiento estudiantil de okupaciones, una pantera se
escapaba de un circo –o algo así– en las afueras de Roma. La pantera consiguió varios días de
libertad hasta ser capturada por la pasma italiana. (N. de la pantera)
La Pantera
Hay al menos dos buenos motivos para dar a conocer el texto que presentamos a continuación: la
punzante actualidad de nuevas formas de fascismo y la dificultad que para aprehenderlas sufrimos
quienes a ellas nos oponemos, ya que –y es lo único que "sabemos"– nos olemos que no tenemos
nada que negociar, recoger o esperar de ellas más que mil formas de muerte. "Nuevo fascismo
europeo": estos fascismos son nuevos; estos fascismos son diferentes. Este enfoque nos anima a
investigar y pensar la fenomenología que, cuando no nos golpea y nos atraviesa, pasa a nuestro lado
o revienta en nuestro interior. Las referencias a la situación italiana presentes en el texto no reducen
su cercanía: por un lado, es posible reconocer una matriz común a las experiencias metropolitanas
europeas; por otro, no debería escapársenos que Italia, al menos desde los últimos treinta años,
constituye un (caótico) laboratorio de procesos de recreación, revolución, así como de control,
gobierno e incluso exterminio de lo social. El caso es que, por ejemplo en Madrid, al común
rechazo de aquello que se identifica como fascismo se acompaña una descripción que a duras penas
da cuenta de lo que está pasando: satisface la justificación del rechazo, en una especie de función
mitológica, pero pone las bases de una ceguera teórico-práctica que nos lleva a embestir a todos los
trapos que nos salen al paso. En concreto, pensamos que el texto es válido en la medida en que, sin
titubeos, pone en cuestión varios presupuestos, tanto analíticos como simbólicos, reconocibles
cuando actuamos como antifascistas: a) permanencia y continuidad entre las formas "clásicas" del
fascismo europeo y las actuales; b) exterioridad a lo social y, sobre todo, al "sí mism@" antifascista
de las prácticas y comportamientos fascistas, que presupone c) la identidad y la diferencia
ontológicas fundantes, de fascismo y antifascismo, así como la forma militar, de bandos, de la lucha
contra el fascismo y, por tanto, d) la reducción de la práctica antifascista a un problema de fines y
medios, resuelta a evitar, en las formas clásicas de la política radical (propaganda, agitación, acción
directa), la subida o la penetración del fascismo en la sociedad y el Estado. Hay muchos peros que
aducir. Ya no nos sentimos tan segur@s. No podemos garantizar(nos) que no seamos un@s nuev@s
fascistas europe@s pasado mañana. No convence el "¡No pasarán!": el fascismo ya ha pasado,
proteico. Queda por desarrollar la propuesta foucaultiana de una vida no-fascista.
la pantera
-------------------------Tesis sobre el nuevo fascismo europeo
1. El fascismo europeo de finales de siglo es el hermano gemelo, o bien el "doble" terrorífico de las
más radicales instancias de libertad y de comunidad que se entreabren en la crisis de la sociedad del
trabajo. Es la caricatura maligna de lo que podrían hacer hombres y mujeres en la época de la
comunicación generalizada, cuando el saber y el pensamiento se presentan nítidamente como un
bien común. Es la transformación en pesadilla de aquello que Marx llamaba el "sueño de una cosa".
El fascismo posmoderno no arraiga en las habitaciones cerradas del Ministerio del Interior, sino en
el caleidoscopio de las formas de vida metropolitanas. No se desarrolla en el ámbito siempre
temible de los aparatos institucionales, sino que concierne a aquello que sería más digno de
esperanza: los comportamientos colectivos que se sustraen a la representación política. No es un
feroz agarradero del poder constituido, sino la configuración eventual del "contrapoder" popular.
Puede convertirse en un rasgo fisionómico por parte de las clases subalternas, en el modo en que
éstas exorcicen y al mismo tiempo confirmen su propio carácter subalterno. En pocas palabras, el
nuevo fascismo se dibuja como guerra civil en el seno de un trabajo asalariado arrollado por la
tempestad tecnológica y ética del posfordismo. Toca de cerca a la intelectualidad de masa, a los
impulsos autonomistas y desestatalizadores, a las "singularidades cualesquiera", a los ciudadanos
avispados de la sociedad del espectáculo.
Frente al fascismo, la izquierda ha tendido a marcar una distancia infranqueable, cuando no incluso
una diferencia antropológica: ahora, en cambio, se trata de reconocer su naturaleza de espejo
deformante. O sea, su proximidad a las experiencias productivas y culturales de las que parte
también la política revolucionaria. Sólo un gesto de acercamiento puede predisponer antídotos
adecuados. Mirar a la cara al hermano gemelo significa colocar la propia praxis en un estado de
excepción en el que el curso más prometedor siempre está a punto de bifurcarse en catástrofe.
2. El fascismo europeo de finales de siglo es una respuesta patológica al progresivo desplazamiento
extraestatal de la soberanía y a la evidente obsolescencia que en lo sucesivo caracteriza al trabajo
sometido a un patrón. Ya sólo por estos motivos, está en las antípodas del fascismo histórico.
Cualquier eco o analogía sugerida por el término sólo lleva a confusión. No obstante, el uso del
término es oportuno: oportuno para señalar, hoy como en los años veinte, un fenómeno
esencialmente diferente de una inclinación conservadora, iliberal, represiva por parte de los
gobiernos. Para señalar, precisamente, a un "hermano gemelo" robusto y espantoso.
3. A veces se ha designado la metamorfosis de los sistemas sociales en Occidente, durante los años
treinta, con una expresión tan perspicua como aparentemente paradójica: socialismo del capital.
Con ella se alude al papel determinante que asume el Estado en el ciclo económico, al final del
laissez-faire liberal, a los procesos de centralización y planificación conducidos por la industria
pública, a las políticas de pleno empleo, al exordio del Welfare. La réplica capitalista a la revolución
de Octubre y a la crisis del 29 fue una gigantesca socialización (o mejor dicho, estatalización) de las
relaciones de producción. Por decirlo con Marx, se dio "una superación de la propiedad privada en
el propio terreno de la propiedad privada".
Como sabemos, el fascismo histórico representó una variante o una articulación del "socialismo del
capital". Hiperestatalismo, militarización del trabajo que no se distingue de su exaltación, apoyo
público a la demanda efectiva, fordismo político (es decir, trasladado a forma de gobierno): son
estos algunos de sus rasgos importantes. El modelo elaborado por Lord Keynes tuvo una realización
práctica no sólo en el New Deal roosveltiano, sino también en la política económica del Tercer
Reich.
La metamorfosis de los sistemas sociales en Occidente, durante los años ochenta y noventa, puede
sintetizarse del modo más pertinente con la expresión: comunismo del capital. Esto significa que la
iniciativa capitalista orquesta a su favor precisamente las condiciones materiales y culturales que
asegurarían un sereno realismo a la perspectiva comunista. Pensemos en los objetivos que
constituyen la "sustancia de las cosas esperadas" de los revolucionarios modernos: abolición del
escándalo intolerable que es la persistencia del trabajo asalariado; extinción del Estado como
industria de la coerción y "monopolio de la decisión política"; valorización de todo lo que hace
irrepetible la vida del individuo. Pues bien, en el curso de la última década se ha puesto en escena
una interpretación capciosa y terrible de esos mismos objetivos. En primer lugar: la irreversible
contracción del tiempo de trabajo socialmente necesario ha ido pareja al aumento del horario para
quien está "dentro" y de la marginación para quien se queda "fuera". También, y en especial, cuando
es exprimido por las horas extraordinarias, el conjunto de los trabajadores dependientes se presenta
como "superpoblación" o "ejército industrial de reserva". En segundo lugar, la crisis radical, o
incluso la disgregación, de los Estados nacionales se explica como reproducción en miniatura, como
cajas chinas, de la forma-Estado. En tercer lugar, tras la caída de un "equivalente universal" capaz
de una vigencia efectiva asistimos a un culto fetichista de las diferencias: sólo que éstas últimas,
reivindicando un subrepticio fundamento substancial, dan lugar a todo tipo de jerarquías vejatorias
y discriminadoras. El fascismo europeo de finales de siglo se nutre del "comunismo del capital".
Juega la partida en el confín incierto entre trabajo y no-trabajo, organiza a su manera el tiempo
social excedente, secunda la proliferación cancerosa de la forma-Estado, ofrece refugios variables a
la ausencia de pertenencia y el desarraigo que surgen del vivir la condición estructural de
"superpoblación", escande "diferencias" lábiles y sin embargo amenazadoras.
4. Max Horkheimer, en su estudio de 1942 sobre el Estado autoritario, determina la base material
del fascismo en la destrucción sistemática de la esfera de la circulación en tanto ámbito de la
Liberté y de la Égalité. La concentración del proceso productivo por parte de los monopolios
desautoriza, según Horkheimer, la apariencia de un "intercambio justo" entre sujetos paritarios en
que se basa la igualdad jurídica y todo el "Edén de los derechos" burgués. Con la degradación de la
libre competencia se desmorona la libertad tout court. El despotismo del régimen de fábrica, lejos
de permanecer como una verdad oculta e impresentable, pasa al primer plano, pone a su servicio
teatralmente el ámbito de la circulación, se convierte en modelo institucional, se afirma como
auténtico nomos de la tierra. Los módulos operativos de la producción de masa irrumpen en la
política y en la organización del Estado. Los procedimientos basados en el consenso (cuyo modelo
es el intercambio de equivalentes) dan paso a procedimientos prescriptivos de carácter técnico,
suministrados por las conexiones concretas del proceso de trabajo.
En la posguerra, el antifascismo toma acta de las condiciones materiales que habían determinado el
naufragio de los regímenes liberales. En consecuencia, para no dejarse burlar por las palabras,
concibe la democracia en primer lugar como democracia industrial. Titulares de la ciudadanía no
son ya los individuos atomizados que interaccionan en el mercado, sino los productores. Identidad
trabajista e identidad democrática tienden a coincidir. El individuo es representado en el trabajo, el
trabajo en el Estado: ese es el proyecto global, ya sea realizado o relegado en el tiempo, pero en
todo caso dotado de dignidad constitucional. El ocaso de la Primera república italiana no se
distingue de la conflagración de ese proyecto, de la desaparición de sus propios fundamentos. Y
sobre los escombros de la democracia industrial se deja ver la silhouette del fascismo posmoderno.
El peso sólo residual del tiempo de trabajo en la producción de la riqueza, el papel determinante que
en ella desempeñan el saber abstracto y la comunicación lingüística, el hecho de que los procesos de
socialización tengan su propio baricentro fuera de la fábrica y de la oficina, el civilizado desprecio
hacia cualquier reedición de la "ética del trabajo", todo ello y más cosas aún hacen políticamente
irrepresentable a la fuerza de trabajo posfordista. Si tal irrepresentabilidad no se hace un principio
positivo, un eje constitucional, un elemento definitorio de la democracia, aquella, como mero "ya
no", puede determinar las condiciones para una drástica restricción de las libertades.
El fascismo posmoderno hunde sus raíces en la destrucción de la esfera laboral como ámbito
privilegiado de la socialización y lugar de adquisición de la identidad política.
5. Marx decía: la fuerza de trabajo no puede perder sus cualidades de no capital, de virtual
"negación del capital", sin dejar de constituir al instante la levadura del proceso de acumulación.
Hoy habría que decir: la fuerza de trabajo posfordista no puede perder sus cualidades de no trabajo
—o sea, no puede dejar de participar en una forma de cooperación social más amplia que la
cooperación productiva capitalista— sin perder al mismo tiempo sus virtudes valorizadoras. En las
fábricas de la "calidad total" o en la industria cultural, es buen trabajador el que vierte en la
ejecución de la propia tarea actitudes, competencias, saberes, gustos, inclinaciones maduradas en el
vasto mundo, fuera del tiempo específicamente dedicado al "curro". Hoy merece el título de
Stajanov quien saca provecho profesionalmente de un actuar-en-concierto que sobrepasa (y
contradice) la estrecha socialidad de las "profesiones" conocidas.
La política estatal apunta a recuperar siempre desde el principio la cooperación social excedente a la
cooperación laboral, imponiendo a aquella los criterios y unidades de medida de ésta. El fascismo
de finales de siglo, en cambio, da una expresión directa a la "cooperación excedente": pero una
expresión jerárquica, racista, despótica. Hace de la socialización extralaboral un ámbito
descompuesto y bestial, predispuesto al ejercicio del dominio personal; instala en él los mitos de la
autodeterminación étnica, de las raíces recuperadas, del "suelo y sangre" de supermercado;
reestablece entre sus pliegues vínculos familiaristas, de secta o de clan, destinados a conseguir el
disciplinamiento de los cuerpos que ya no proporciona la relación de trabajo.
El fascismo de finales de siglo es una forma de colonización bárbara de la cooperación social
extralaboral. Es la parodia granguiñolesca de una política finalmente no estatal.
6. Las principales orientaciones de la cultura europea de la última década no ofrecen un antídoto, ni
tampoco un indiscutible punto de resistencia al nuevo fascismo. Es más, este último distorsiona y
reutiliza, en una especie de némesis ultrajante, conceptos e imágenes-del-mundo aparejados para
celebrar el "fin de la historia" y de sus ritos sangrientos. En particular, el pensamiento posmoderno,
que ha descrito la reducción a trabajo asalariado del saber y del lenguaje como una irrupción
liberadora de las "diferencias", o como un eufórico paso del Uno a los Muchos, no puede
considerarse inocente cuando es precisamente en los Muchos donde se afirman formas fascistas de
microfísica del poder.
7. La crisis de la democracia representativa es interpretada, en Italia, por las Leghe y por algunas
componentes de las formaciones referendarias: por tanto, por los baciabambini de la "segunda
república". Son voces diversas entre sí, es más, en competencia unas con otras, pero todas hacen
coincidir la descomposición de la representación (o, mejor dicho, de la representabilidad) con la
restricción de la participación política y de la democracia en general. Cuidado: es cierto que no se
trata de posiciones "fascistas", sino de proyectos cuya realización determina el espacio vacío, o la
tierra de nadie en la que el fascismo de finales de siglo puede de hecho fortalecerse.
Hoy, el antifascismo radical consiste en concebir la crisis de la representación no ya como
inevitable esclerosis de la democracia, sino, por el contrario, como la ocasión extraordinaria para su
desarrollo sustancial. Dicho de otro modo, inmunizarse del "hermano gemelo" significa, hoy,
elaborar y experimentar organismos de democracia no representativa. Frente a la riña furibunda
entre proporcionalistas y mayoritarios (ayer), así como entre primerturnistas y segundoturnistas
(mañana), parece oportuno poner sobre la mesa una pregunta de otro tenor, pero todo menos
evasiva. Es esta: ¿cómo organizar los soviets de la intelectualidad de masa y de todo el trabajo
posfordista? ¿Cómo articular una esfera pública radicalmente extraparlamentaria? ¿Qué
instituciones democráticas —y, por esa razón precisamente, no representativas— pueden dar plena
expresión política a la trama actual que forman trabajo, comunicación y saber abstracto? Preguntas
de cierta urgencia, como demuestra el pequeño Tiennanmen que el pasado otoño ha empezado a
pagar las cuentas al sindicato de Estado.
---------------------------Notas:
Publicado en la revista romana Luogo Comune, año III, nº 4, junio de 1993. Luogo Comune es un
proyecto de organización del pensamiento crítico (ya clausurado) que durante unos años ha reunido
a diversos "inasimilables" del mundo militante y académico italiano. Entre sus colaboradores cuenta
con participantes en la experiencia de la autonomía obrera en los años setenta –es el caso del
filosofo Paolo Virno, o de Franco Berardi, Bifo, de Franco Piperno, entre otros así como de bichos
raros del pensamiento italiano –entre el pensiero debole y el hegelianismo barato– es el caso de
Giorgio Agamben o de Augusto Illuminati. El texto que presentamos no va firmado pero responde a
una redaccion colectiva de los colaboradores de la revista. (N. de la pantera)
En el ámbito de la relación salarial, podemos llamar posfordismo al proceso que, a partir de la mitad
de los años setenta, invierte la secuencia keynesiana demanda/produccion/empleo mediante la cual
dice que los beneficios de hoy hacen las inversiones de mañana y el empleo de pasado mañana. Es
la lógica de base de las llamadas políticas de desinflación competitiva, tanto en su versión de
derecha como en la socialliberal, con la salvedad de que lo que para una constituye una condición
estratégica para reestablecer los mecanismos flexibles de la regulación competitiva de la relación
salarial, no representa para la otra más que una medicina necesaria y transitoria, dictada por las
constricciones objetivas de la mundialización. En el plano de los procesos productivos y de las
formas de mando sobre la cooperación social, el posfordismo remite de modo general a la
informatización de lo social, la automatización en las fábricas, el trabajo difuso, la hegemonía
creciente del trabajo inmaterial y del llamado terciario (comunicativo, cognitivo y científico,
performativo, afectivo), la mundialización en acto de los procesos productivos. El posfordismo es,
siempre, crisis, su genealogía no nos lleva al agotamiento técnico de un régimen de acumulación,
sino al cuestionamiento de las propias bases de control de la relación salarial y de subordinación del
trabajo vivo al trabajo muerto, del capital variable al capital fijo. La crisis es una crisis social, que
corresponde al desarrollo de un sujeto colectivo que se ha negado como fuerza de trabajo y como
consumidor masificado, vaciado de toda cualidad y toda existencia autónoma, salvo en su
integración en el capital. Hay una continuidad que une la microconflictividad, el absentismo
sistematico, el sabotaje (el rechazo del trabajo en la cadena), al deseo general de promoción social
(lucha por la escolarización de masa) y de valorización de las capacidades como medios de
reapropiación de los mecanismos sociales de la producción y la reproducción. (N. de la pantera)
Intelectualidad de masa es un intento, siempre prospectivo, de definir al proletariado posfordista.
Este se ve constituido por una masa obrera reestructurada por los procesos de producción
informatizados y automatizados, procesos gestionados de manera centralizada por un proletariado
intelectual cada vez más numeroso y cada vez más metido en el trabajo en la informática, la
comunicación, la formación, subtendido y constituido por la imbricación permanente de la actividad
técnico-científica y del duro esfuerzo de la producción de las mercancías, por el empresariado de las
redes en que se manifiesta esa imbricación, por la combinación cada vez más íntima y la
recomposición del tiempo de trabajo y de las formas de vida. En la subsunción (inclusión y
sometimiento) científica del trabajo productivo, en la abstracción y la socialización crecientes de la
producción, la fuerza de trabajo posfordista es cada vez más cooperante y autónoma. El propio
desarrollo de la productividad da al proletariado una independencia máxima en tanto base
intelectual y cooperativa, en tanto empresariado económico. Ahora bien, es un error comprender
solamente o sobre todo la intelectualidad de masa como un conjunto de funciones: informatic@s,
investigador@s, emplead@s de la industria cultural, etc. Con esa expresión se designa más bien una
cualidad y un signo distintivo de toda la fuerza de trabajo social de la época posfordista, allí donde
se ha puesto a trabajar al lenguaje mismo, donde se ha convertido en trabajo asalariado. La
intelectualidad de masa son l@s nuev@s contratad@s de la gran fábrica automovilística,
escolarizad@s y ya socializad@s antes de entrar al taller; l@s estudiantes que, bloqueando las
universidades, vuelven a poner en tela de juicio la forma misma de las fuerzas productivas con una
voluntad de experimentación y de construcción; l@s inmigrantes, para quienes la lucha por el
salario nunca es separable de una confrontación, incluso de fricciones, entre las lenguas, las formas
de vida, los modelos éticos. La intelectualidad de masa se ve en el centro de una paradoja bastante
instructiva. Podemos señalar sus principales características sobre todo a nivel de los hábitos
metropolitanos, de los usos del lenguaje, del consumo cultural. No obstante, precisamente cuando la
producción ya no parece ofrecer una identidad, se proyecta sobre cualquier aspecto de la
experiencia, sometiendo entonces a su cargo las competencias comunicativas, las inclinaciones
éticas, los matices de la subjetividad. (N. de la pantera)
Singularidad cualquiera es el concepto que Giorgio Agamben propone para pensar una comunidad
venidera. Cualquiera es la figura de la singularidad pura. La singularidad cualquiera no tiene
identidad, no se determina en relación a un concepto, pero no por ello es simplemente
indeterminada; más bien es determinada únicamente a través de su relación con una idea, es decir,
con la totalidad de sus posibilidades. Lo que lo cualquiera añade a la singularidad no es más que un
vacío, un límite; lo cualquiera es una singularidad más un espacio vacío, una singularidad finita y,
no obstante, indeterminable en función de un concepto. Pero una singularidad más un espacio vacío
no puede ser más que una exterioridad pura, una pura exposición. En este sentido, cualquiera es el
acontecimiento de un afuera. ¿Cuál puede ser la política de la singularidad cualquiera o, dicho de
otra manera, de un ser cuya comunidad no se ve mediatizada ni por una condición de pertenencia
(ser roj@, madrileñ@, comunista) ni por la ausencia de toda condición de pertenencia, sino por la
pertenencia misma? La novedad de la política que se anuncia es que ya no será una lucha por la
conquista o el control del Estado, sino una lucha entre el Estado y el no-Estado (la humanidad),
disyunción irremediable entre las singularidades cualesquiera y la organización estatal. Esto no
tiene nada que ver con la simple reivindicación de lo social contra el Estado. Las singularidades
cualesquiera no pueden formar una societas porque no disponen de ninguna identidad que pudieran
hacer valer, de ningún lazo de pertenencia que podrían hacer reconocer. La singularidad cualquiera,
que quiere apropiarse de la pertenencia misma, de su propio ser en el lenguaje y rechaza, entonces,
toda identidad y toda condición de pertenencia es, entonces, el principal enemigo del Estado. (N. de
la pantera)
El fordismo como proceso de modificación de la relación salarial y productiva y reproductiva fue el
producto complejo y progresivo de las luchas de la clase obrera americana. El modelo de la gran
firma y el oligopolio concentrado, por encima de las determinaciones económicas (los mercados de
masa y la economías de escala), se forjó a finales del siglo pasado para responder a la
desestructuración de las reglas de la competencia del mercado de trabajo determinada por el
movimiento de los "Caballeros del trabajo". De hecho, los principios de la OCT (organización
científica del trabajo) se definieron durante esta misma época, mucho antes del desarrollo de la
producción de masa, con el fin de privar al "obrero profesional" de su savoir-faire, en el que
descansaban su autosuficiencia productiva y el proyecto político autogestionario (cuyo equivalente
en Europa fue el movimiento de los "consejos" a finales de la segunda década de este siglo). El
"cronómetro" y, a continuación, la cadena de montaje determinaron un formidable proceso de
abstracción del trabajo. La instalación de una articulación funcional entre las normas de producción
y las del consumo de masa es, igual-mente, el resultado del primer gran ciclo de luchas del obreromasa, los wobblies (formas de sabotaje) de los IWW (Industrial Workers of the World). El origen
del Five Dollars Day, introducido por H. Ford, no hay que buscarlo en las nuevas condiciones
técnico-económicas de la producción en serie, sino en el rechazo obrero de la cadena. De manera
aún más decisiva, el New Deal, con su esfuerzo de integración estable de esta figura obrera en los
mecanismos de negociación colectiva y del consumo de masa es el resultado del antagonismo
obrero. Sólo a posteriori y a tientas en cada momento, esa lógica de la conflictividad puede
considerarse como la articulación de un conjunto de principios técnico-económicos y de
compromisos institucionales. Las diferentes configuraciones de la relación salarial explican la
diversidad de las trayectorias nacionales en el crecimiento y la crisis del fordismo. (N. de la pantera)
Tout court: "A secas" (N. de la pantera)
En griego clásico, nomos significa: "uso, costumbre, orden, fundamento, derecho, regla, norma." En
este caso, nomos remite a una normatividad, un derecho basado en entidades como raza, nación,
estirpe. sangre (sea, por ejemplo, el citado «sangre y suelo» nacionalsocialista, pero también, desde
luego, módulos de identidad nacional de carácter a la vez religioso y territorial, sin ir más lejos el
siempre pestilente nacionalismo español). El nomos se opone, aunque no puede hablarse de una
oposición absoluta— cara a l@s amateurs del Estado de Derecho, a una normatividad positiva,
histórica y/o social, que alterna y combina genealogía con formalismo, procedimiento con
sobredeterminación oportuna, apertura con cierre transcendente. No en vano, hasta cierto punto hoy
podríamos hablar, en determinados casos y usos, de la práctica estatal de los Derechos Humanos
como la postulación de un nomos que se remite al Territorio insondable del Hombre o de la Persona
humana contra la productividad ética y normativa de nuevas formas de vida o como amparo y
justificación de todo tipo de actos de imposición y agresión (léase ONU y salvíficas intervenciones
militares, con maletín constitucional de urgencia, por todo el planeta). (N. de la pantera)
Némesis es la diosa de la justicia griega. La némesis histórica es la justicia que, a través de la
historia, carga sobre los descendientes las injusticias de los progenitores. (N. de la pantera)
Las Leghe, las Ligas, representan, a veces de manera caricaturesca pero no menos real, a las nuevas
fuerzas productivas de las pequeñas y medianas empresas de sectores punta que se han afirmado en
el Norte –es decir, en una de las zonas productivas más ricas de Europa–. Las Ligas proponen
expresamente y en la actualidad ponen en práctica (en el caso de la Liga Lombarda) el fin de la
Primera República, una nueva constitución federal y un liberalismo económico extremo. Por lo
demás su composición política y cultural es extremadamente reaccionaria. (N. de la pantera)
baciabambini: Literalmente, besaniños. (N. de la pantera)
El texto se refiere a las disputas parlamentarias acerca del sistema electoral italiano, tanto durante la
I República como en lo que pudiera convertirse en la II o la "I y medio". (N. de la pantera)
La propuesta o el planteamiento de la construcción de sóviet de la intelectualidad de masa merece,
desde luego, una cierta fundamentación, o al menos un intento de explicación. Entre otras
condiciones o presupuestos, la primera descansa en la hegemonía tendencial del trabajo inmaterial,
y por tanto la reapropiacion cada vez más completa del saber técnico-científico por parte del
proletariado, de tal forma que ya no podemos considerar el saber técnico-científico como función de
mando "mistificada" separada de la intelectualidad de masa. La segunda condición tiene su origen
en el final de toda distinción entre trabajo y vida social, entre vida social y vida individual, entre
producción y formas de vida. En este contexto, lo político y lo económico ya no son más que las
dos caras de una misma medalla. Todas las viejas distinciones burocráticas y miserables entre
sindicato y partido, entre movimiento de masa y movimiento de vanguardia, y todo cuanto de ello
se deriva, parecen a punto de desaparecer definitivamente. La política, la ciencia, la vida caminan
juntas: en ese marco lo real produce la subjetividad. En consecuencia, el tercer punto que hay que
examinar es saber cómo, sobre esa base, puede construirse positivamente la alternativa al poder
existente a través de la expresión de la potencia. La destrucción del Estado sólo puede concebirse a
través de un proceso de reapropiacion de la administración, es decir, de la esencia social de la
producción, de los instrumentos de inteligibilidad de la cooperación social y productiva. La
administración es la riqueza, consolidada y puesta al servicio del "mando". Reapropiarse de ella es
fundamental –reapropiarse de ella a través del ejercicio del trabajo individual planteado en la
perspectiva de la solidaridad, en la cooperación para administrar el trabajo social, para asegurar una
reproducción cada vez más rica del trabajo inmaterial acumulado–. Los soviets se verán definidos
por tanto por el hecho de que expresarán inmediatamente la potencia, la cooperación, la
productividad. La paradoja constitucional de una república constituyente de los soviets de la
intelectualidad de masa es que llega antes del Estado y llega desde fuera del Estado. En ella el
proceso constitucional no tiene fin, la revolución no acaba nunca, la norma constitucional y la ley
ordinaria tienen el mismo origen y se desarrollan de modo unitario en el seno de un único
procedimiento democrático. Se trata de destruir la separación, la desigualdad, el poder que
reproduce a la vez separación y desigualdad. Hoy, los soviets de la intelectualidad de masa pueden
asignarse la tarea de construir, al margen del Estado, una máquina en la que la democracia directa
en lo cotidiano organice la comunicación directa , la interactividad de l@s ciudadan@s, al mismo
tiempo que produce subjetividades cada vez más libres y más complejas. (N. de la pantera)
En el otoño del 92, tras una serie de acuerdos firmados a partir del mes de julio del mismo año entre
el "gobierno de crisis" del socialista Amato y las grandes burocracias sindicales (CGIL, CSIL y
UIL) –que orquestaban los primeros golpes mortales al Welfare State italiano: recortes salariales,
contrarreforma de las prestaciones de desempleo, pensiones... todo en nombre de la reducción del
déficit público y la integración europea– se produjo una contestación masiva en la calle, en la que
los representantes sindicales fueron apedreados –para ser más exactos: «dadeados», pues fueron
dados y no tornillos los proyectiles más utilizados– hasta el punto de no poder celebrar un solo acto
público (o de hacerlo con la concurrida presencia de policías y partenaires de los servicios de orden
sindicales). Las jornadas de otoño del 92 suponen también la consolidación de formas de
autoorganización de l@s asalariad@s (los Cobas, Comitati di Base), que, en sectores como la
enseñanza, la sanidad o las telecomunicaciones, así como en algunas fábricas de automóviles
rompen con el despotismo sindical. (N. de la pantera)
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Editar textos mediante autoproducción
INDICE:
La Pantera y la comunicación, Maurizio LAZZARATO
Tesis sobre el nuevo fascismo europeo, Luogo Comune
Infinito de la comunicación / finitud del deseo, Toni NEGRI
Primera crisis del posfordismo, Toni NEGRI
La diagonal casseurs, Ilaria BUSONI
Editar textos mediante autoproducción
"Editar textos mediante autoproducción." Una vieja idea de algun@s que nunca se acabó de llevar a
la práctica. Hubo incluso un manifiesto en el que se expresaba ese deseo y se proponía la
constitución de un colectivo editorial:
"Nos mueve a plantear semejante idea la desolación discursiva y teórica en que sobreviven los
ámbitos políticos junto a los que actuamos. Como dato insoslayable. ¡Pero ningún propósito
ilustrado en el tema! La genealogía de esta condición no es sino política, existencial y deseante. La
perspectiva difusa de poner en circulación más o menos amplia materiales de interés es algo real
pero razonablemente engancha menos, es acaso demasiado indeterminada, y las limitaciones
técnicas, comunicativas y políticas pueden echar para atrás. Hablamos de desolación discursiva
porque es este –el del texto, la palabra– el territorio más accesible y en el que nos sentimos más
cercanos, pero no se nos pasa por la cabeza pensar que sea, en estos tiempos, el más privilegiado ni
el más intenso. Podría plantearse trabajar con otros medios de expresión y creación. Hay una
condición definitoria de un reenganche de procesos alternativos, de nuevas luchas, de experiencias
de creación colectiva radical –considerando esto como generalidad en torno a la cual podemos
formar una cierta comunidad política-afectiva-existencial– que pasa por la crítica interna de los
sistemas de retracción y repetición conservadora de los hábitos políticos, teóricos y comunicativos.
[…] En cuanto al material a editar, nos interesan los textos que pudieran funcionar como
instrumentos de discusión, investigación y pensamiento colectivos. En ello entra también la
literatura. Pero el carácter de anomalía y rareza, tanto como el de ser expresiones autónomas de los
movimientos o de individualidades creativas, es, si acaso, un criterio-guía. No se trata tanto de
poner a debate las identidades como de conjugar ritmos y velocidades propias, tempos, musiquillas,
múltiples tarareos en un sonido puro y simple. Un ritornelo."
Es este de hoy un propósito mucho más modesto –ya que por aquel entonces hablábamos de un
colectivo, de una red de difusión no sólo textual sino multimediática, etc.–, que se va a limitar a
poner en circulación y al alcance de quien quiera aquellos textos de difícil acceso que hace tiempo
un compañero se tomó la molestia de traducir. Materiales, a mi parecer, de altísimo interés todavía
hoy, incluso aunque fueron escritos hace varios años. Las limitaciones técnicas ya no son un
impedimento: sólo hace falta un ordenador para hacer esto. De momento, empezaré con aquellos
textos previstos para aquel proyecto editorial que dimos en llamar Ritornelo. Sin esperanza pero sin
perjuicio de que si me llegan nuevos textos de interés, los editaría en cuanto fuera posible. Valga
como presentación y como la mejor expresión de la idea que impulsa este folleto el escrito que
sigue de Maurizio Lazzarato.
la pantera
---------------------------La "pantera" y la comunicación
Maurizio LAZZARATO
L@s estudiantes italianos han okupado, entre diciembre de 1989 y marzo de 1990, ciento cincuenta
facultades. El movimiento, que ha tocado a todas las universidades comenzando por Palermo y ha
sido muy activo, sobre todo en las universidades del sur y el centro de Italia, se ha llamado la
"Pantera" . Sus métodos de lucha han sido siempre pacíficos. Los objetivos en torno a los cuales se
ha formado y han constituido las finalidades de su lucha son: 1) la retirada de una ley que
consideraba la privatización de una parte de la universidad; la oposición a la concentración
monopolista de la información (la prensa escrita y la televisión al mismo tiempo) tal y como existe
en Italia desde los años ochenta; 3) la retirada de la nueva ley contra los estupefacientes, que por
primera vez criminaliza a l@s drogadict@s. La crítica de la didáctica y la propuesta de su reforma
democrática también han estado en el corazón de la iniciativa de l@s estudiantes. El movimiento ha
buscado la solidaridad de los comités de base de las grandes empresas y de otros movimientos
sociales, encontrándola sobre todo entre los trabajadores de los transportes y en el sector terciario.
Al movimiento, que ha tenido un extenso eco en los institutos, también se le ha llamado
"movimiento de los fax", pues el primer sitio ocupado, en todas las universidades, fue la oficina del
telefax y la primera iniciativa la conexión en tiempo real de todas las ocupaciones. Al final del mes
de marzo, de sus encuentros nacionales, el movimiento ha decidido una suspensión de la acción de
ocupación. En el momento en que este artículo se escribe sus estructuras de organización están aún
intactas.
Los movimientos sociales que marcan políticamente el final de la fase neoliberal plantean
inmediatamente el problema de la comunicación como condición fundamental de su propia
existencia y de su desarrollo. Y esto a la vez desde un punto de vista interno y un punto de vista
externo a estos movimientos. En el interior de los movimientos sociales, la cuestión de la
comunicación depende de un contexto de democracia muy radical y directa que no admite ninguna
división entre lo social y lo político, entre lo económico y lo político, entre lo individual y lo
colectivo. Vuelta hacia el exterior, la comunicación se plantea como un problema de estrategia de
lucha y de afrontar el sistema de la información, que es experimentado espontáneamente como
adverso y peligroso. Estos movimientos se han familiarizado con lo "nuevo" de la comunicación.
Las nuevas formas de percepción, las nuevas cualidades del "cuerpo" y el "alma" ligadas a ese
nuevo saber y esas nuevas prácticas forman parte, en adelante, del patrimonio antropológico de
estas nuevas subjetividades. Lo que hace falta aún es el dominio colectivo de ese proceso y sobre
todo la definición de una estrategia política en relación al sistema político-mediático. Los
movimientos han procedido a tientas y en tentativas sucesivas, mediante ensayos y errores. No
podía pasar otra cosa, al estar todo por inventar.
L@s estudiantes italian@s y la comunicación
"Y qué es un movimiento sin emociones, sin rabia, sin transgresiones, sin desafíos, sin
invenciones... Nadie tiene el coraje de afirmar, con serenidad, que todo verdadero movimiento no es
sino ilegal, pues aspira a cambios radicales, y por tanto a nuevas formas de legalidad." Estas
palabras no son las de un "nostálgico" de los movimientos revolucionarios y de su simbólica, sino
las de un apacible periodista del diario más importante de la burguesía italiana. El acontecimiento
político del que habla es el movimiento de okupación de las facultades italianas que se ha
desarrollado entre diciembre y marzo de este año [1990]. Si nuestro periodista hubiera escrito este
artículo hace sólo diez años, hubiera sido catalogado inmediatamente como fiancheggiatore
("cómplice") del terrorismo, cattivo maestro (maestro del pensamiento inmoral por haber tratado de
comprender desde un punto de vista sociológico y político un movimiento cuya imagen sólo podía
remitir a la violencia). Algún juez hubiera constituido un dossier sobre su persona, incluyendo una
estancia en las prisiones de la república para permitirle poner en orden sus ideas y confesar... ¿Qué
le ha pasado a este periodista, antaño antiguo defensor del inmovilismo del sistema político italiano,
para que hoy venga a dar lecciones de ética revolucionaria? ¿Qué es ese himno a la ilegalidad ("los
jóvenes están obsesionados y amordazados por la legalidad"), después de que en nombre de la
legitimidad y la legalidad del poder, se haya justificado todo ("suspensión del Estado de derecho" y
de la libertad de prensa, tortura, persecución judicial, exilio)? ¿Habría salido por fin la prensa
italiana del periodo de emergencia (periodo que ha continuado hasta ahora, pues la sociedad italiana
continúa rechazando el movimiento de los años setenta) para empezar a cumplir con su deber, no
sólo democrático, sino también revolucionario? Yo creo más bien que ese viraje de ciento ochenta
grados del periodista es representativo del pánico que ha agarrado al sistema político italiano frente
a la eclosión de un movimiento "imprevisible", para él incomprensible y que le pone directa y
radicalmente en cuestión. En efecto, este movimiento plantea en el centro de la discusión y en el
fundamento de su existencia el problema de la comunicación, y al mismo tiempo se sustrae al deber
del diálogo mediático. En la base del movimiento hay un rechazo: el rechazo masivo y colectivo a
comunicar con el sistema institucional de la información, el rechazo a entrar en el diálogo
democrático de los media. A los periodistas y a los equipos de la tele se les mantiene
cuidadosamente al margen de las asambleas del movimiento, o son atentamente seleccionados.
Todas las informaciones, antes de ser entregadas a la prensa, son redactadas y estrictamente
controladas por los estudiantes organizados en agencias de prensa. El bloqueo que l@s estudiantes
oponen a la circulación de la palabra mediática no es un rechazo extremista, sino un acto radical que
desvela la naturaleza de la comunicación y que, en este distanciamiento, la rearticula según otros
agenciamientos. El que esa crítica no se haga en las formas "ritualizadas" de la práctica
revolucionaria, sino de una forma que devuelve irónicamente a los media la figura del hombre
medio mediático, es lo que el periodista no puede entender. No puede imaginar que en un mundo
demasiado pleno en el que todo debe ser hablado y todo debe ser visible, un movimiento eliga el
silencio y la invisibilidad en relación a los media. ¿Por qué esa desconfianza "natural" por parte de
estos jóvenes que no han conocido otra tele que la de Berlusconi y la apología mediática del made
in Italy? No se trata sólo de la naturaleza actual del sistema de comunicación que ha conocido una
concentración capitalista sin precedentes en la historia italiana: toda la prensa escrita está en manos
de dos o tres industriales italianos (sólo Fiat controla el 25% de la prensa escrita) y la tele está
controlada por entero por el tándem Estado/Berlusconi. Tampoco se trata de la "evidencia" del papel
de la comunicación: en primer lugar, devastación de los movimientos de los años setenta, luego
normalización y borrado de toda huella de alternativa política y cultural. Las razones son más
"ontológicas". Nuestro periodista se da a sí mismo "una" buena respuesta: "Las asambleas están
formadas por gente que tiene terror de ser homologada (e incluso descrita por los periódicos)..."–
(subrayado del propio periodista).
Ese rechazo plantea un montón de problemas que, a falta de poder desarrollar, procuraremos al
menos enumerar.
El rechazo como distanciamiento que permite la emergencia de una subjetividad colectiva
El rechazo a comunicar instaura un vacío que permite la emergencia de una forma colectiva de
"separación" que toca un dominio que todo el mundo preveía que fuera el del control, la
normalización, la pérdida de sentido y la indiferencia. Desde el punto de vista formal, este rechazo
se asemeja extrañamente al rechazo obrero a continuar trabajando. Y, como en la huelga, el acto de
rechazo y sus consecuencias para la subjetividad son más importantes que el contenido
"reivindicativo" de la lucha. Lo que cambia radicalmente es, por una parte, la cualidad de esta
"fuerza de trabajo", cuyo savoir-faire es esencialmente un savoir-faire comunicativo y, por otra
parte, la relación que estas nuevas cualidades permiten instaurar entre individuos y colectividad.
Pero la diferencia más notable respecto a los obreros tradicionales tiene que ver con las relaciones
que esta joven fuerza de trabajo mantiene con las tecnologías, más particularmente con las
tecnologías de la comunicación y sus lenguajes. Más que a la relación con las máquinas, estas
nuevas relaciones se asemejan a las relaciones que los seres humanos mantienen con el dinero y los
objetos en general en las sociedades capitalistas. En cuanto a la cualidad de esas relaciones,
podríamos definirlas como de "distanciamiento" y de "proximidad". Estos dos términos se toman
prestados a Simmel, a quien nos referiremos para comprender la actitud de estos jóvenes en relación
a la comunicación.
La comunicación y el "depósito de la subjetividad"
Desarrollando la categoría marxiana de moneda, Simmel demuestra cómo toda forma de mediación
se plantea al mismo tiempo como expropiación de la subjetividad y como instrumento potente de su
desarrollo. Entre el sujeto y sus fines hay una serie de formas de mediación a las que podríamos
calificar de "universales concretos" (el dinero, las tecnologías, las lenguas, los códigos, las
instituciones, etc.) que tienden a destruir toda forma de "alteridad" mediante la abstracción de su
generalidad. Pero la destrucción de toda identidad ligada a la definición tradicional de la relación
social (lazos familiares, lazos simbólicos, lazos comunitarios), puede vivirse como suspensión de
los códigos morales y sus responsabilidades, y por tanto como libertad y no sólo como pérdida del
sujeto. Si interpretamos la comunicación como uno de esos universales concretos, esta introduce
una separación ("distanciamiento") entre el sujeto y lo que le es más cercano (objeto y relación
social) para ponerle en contacto con lo que le es más lejano y más abstracto (lo imaginario, el
tiempo y la simulación, y por tanto con la condiciones de la creación). Distanciamiento y
suspensión del sujeto no sólo en relación al "otro", sino también a "sí mismo". La comunicación
(que es fundamentalmente una tecnología de la subjetividad) es pues la posibilidad de una
profundización y una transformación de la subjetividad (Simmel habla acerca de este tema de un
"depósito de la subjetividad") que se constituye en la desunión de la relación social. Simmel
demuestra, pues, la independencia y la separación de la subjetividad en lo "social" (el "alma" se
opone al "espíritu" como espíritu objetivo) en relación al poder y al saber constituidos. Al amparo
entonces de las pantallas de la comunicación (tecnología que desarrolla completamente la
posibilidad propia a toda mediación de "poner en contacto y alejar" al mismo tiempo) se ha
constituido una subjetividad que, bajo forma de una adhesión superficial al diálogo mediático, ha
profundizado, en cambio, su constitución individual y colectiva. El acto de rechazo ha alejado la
proximidad obsesiva del sistema de la comunicación y ha colectivizado y constituido como "espacio
público" el distanciamiento de las relaciones sociales dominantes.
Crítica de lo simbólico
Muy suspicaces respecto a la sociedad mediática y su sistema político, los jóvenes han continuado
utilizando el método de la "proximidad" y del "distanciamiento", que han dominado muy bien a
nivel individual (lo que los sociólogos han interpretado como "individualismo" y "anonimia"),
tratando de darle una forma colectiva y socializadora. El método se ha aplicado de forma muy
coherente incluso en lo simbólico y sus funciones. En efecto, ¿qué quiere nuestro periodista, sino
que el movimiento entre rápidamente en los moldes clásicos de lo político
(masa/delegación/representación democrática) y sus formas de comunicación? Pese a que fuera de
forma extremista y terrorista. La sociedad mediática no puede soportar ese agujero en las redes de
comunicación, no puede admitir ese rechazo a tomar la palabra que emana de una capa social que
hace de la palabra y del saber su profesión, pues comprende que se trata de una puesta en discusión
de su forma de representación (hoy está simbolizada mejor por la democracia catódica que por la
parlamentaria). La abstracción del telespectador y su palabra mediática acompañan y completan la
abstracción del "ciudadano" y su modelo de participación. Entonces, la comunicación debe
restablecerse cueste lo que cueste. Hoy, son las redes de comunicación las que pretenden que las
masas hablen, confiesen, deleguen, se expresen. Hay cientos de sociólogos, de expertos en
comunicación, de encuestas telefónicas…el minitel..., "derecho a responder", que se ocupan de
informar a la gente sobre lo que son. Las masas tienen que hablar. El periodista necesita la
"representación", una simbólica. Es la condición para poder describir el movimiento, para poder
hablarle. Se trata de una inversión en relación a la consigna del derecho a la expresión que ha
formado parte de los momentos fuertes de la batalla contra la sociedad "represiva". Hoy, en las
sociedades "permisivas", no basta con tomar la palabra, pues la comunicación está "podrida", la
comunicación es inmediatamente una red de poder. Frente al rechazo de l@s estudiantes, el
periodista casi siente nostalgia y echa de menos la "geométrica" claridad de la batalla que le oponía
a l@s "terroristas" de los años setenta, con quienes compartía de manera invertida, pero especular,
la misma concepción y la misma práctica de la comunicación. Siente nostalgia del estereotipo del
"revolucionario", al que él había coontribuido ampliamente a degradarse en la desesperación
terrorista. Pero l@s estudiantes no quieren dejarse describir, ni quieren hacerse hablar, como si
guardaran la memoria del "relato" que estos mismo periodistas hicieron del movimiento de los años
setenta. Por el contrario, envían a los media la imagen irónica de una masa anónima, sin asperezas,
sin contrastes. Una caricatura del hombre catódico, del telespectador tal y como lo ha creado el
audímetro. Y esta imagen de muchedumbre anónima y compacta, o si no su inversión espectacular
(el terrorista), son las únicas imágenes que los media y su estructura de percepción pueden recibir.
Por contra, un estudiante del movimiento declara: "Nuestro fin inmediato es destruir esos iconos
miméticos detrás de los que el mundo de la información está habituado a esconder nuestras
reivindicaciones." Se trata de una auténtica batalla en torno a discursos y relatos para la producción
de lo "real". La relación con lo simbólico que parece desarrollar este movimiento (incluso en su
propia simbólica) es, una vez más, el del "distanciamiento" y el juego, más que el de la
identificación. Creo (y es algo que, por ejemplo, le habría gustado a Marx) que es uno de los raros
movimientos que no ha buscado su imaginario y sus símbolos en el pasado. Desde este punto de
vista, el movimiento se ha instalado en un estado de "ausencia de memoria". Y ello no porque l@s
estudiantes carezcan de imaginación y dominio del proceso de comunicación; por el contrario, con
el símbolo de la pantera (que se ha convertido en sinónimo de movimiento), han producido una
síntesis comunicativa y simbólica que recuerda a la "eficacia" publicitaria. Actitud lúdica, incluso
en relación a su propia denominación, de un movimiento inasible cuyas identidades y pertenencias
son "móviles y que rechaza encerrarse en una simbólica absoluta". La pantera, entonces, que en las
afueras de Roma ha escapado durante varios días a la caza de las fuerzas del orden y de la que no se
han podido ver, en las pantallas de la tele, más que algunos saltos rugientes.
El panóptico invertido
Esta crítica de lo simbólico no sólo interrumpe la comunicación, el poder de informar (en el sentido
de dar forma) y por tanto el poder de intervenir en lo real, sino que instaura también una especie de
panóptico invertido. El movimiento sigue siendo invisible a todos los medios más sofisticados de
visualización y registro. Por contra, l@s periodistas y los media (y todo el sistema de la
representación) están obligados a exponerse continuamente y a ser visibles. Una visibilidad cada
vez menos eficaz.
L@s estudiantes y los media
Entonces el periodista se ve obligado a pensar a este movimiento como inesencial e ineficaz
políticamente: "y mil jóvenes intelectuales reunidos desde hace meses en asambleas permanentes
tendrían el deber de inventar nuevos lenguajes, nuevos comportamientos y nuevos canales de
participación política..." Pero, al mismo tiempo, se ve obligado a admitir que esta masa anónima y
aparentemente inarticulada rivaliza con el sistema mediático en la gestión de la información. En
efecto, el movimiento ha alternado el rechazo a comunicar y una utilización muy fina y sutil del
espacio mediático. Nunca se ha concebido la utilización de los media para hacer "propaganda" al
movimiento, sino siempre para responder golpe por golpe a los ataques conducidos por el sistema
político y los media. Una vez en el terreno de los media y de la opinión pública, l@s estudiantes han
dominado muy bien la confrontación con l@s periodistas. Han tenido siempre capacidad para
repeler los ataques de los media, que no perdía una ocasión para emplear términos de violencia,
terrorismo e infiltrados. Si el periodista se sube a sus enormes caballos, es que no alcanza a
comprender cómo esta masa "normalizada", sin organización y sin portavoz, pueda funcionar. No
alcanza a imaginar una forma política que funcionara sin transferencia de poder, delegación,
mediación abstracta, interés general y comunicación jerarquizada o sistémica. Que una gestión
democrática de la comunicación pueda ser tan eficaz como la comunicación institucional es justo lo
que no se quiere ver. No puede aceptarse que haya "comunicación" contra "comunicación". Por esta
razón los media hicieron todo para reducir el movimiento de los años setenta a violencia y nocomunicación. El abreviado terrorista fue la coartada para todo el mundo (organizaciones
combatientes incluidas) para no confrontarse con otra "racionalidad" comunicativa que la sociedad
italiana expresaba en aquel momento. Pero ahora tiene frente a él un movimiento que utiliza una
táctica diferente que le lleva hasta su legitimación última: la represión. Y se enfurece con razón,
pues, como dice uno de los estudiantes hablando de la comunicación: "La verdad es que estamos a
punto de volver contra el ‘poder’ los mismos instrumentos de los que se sirve para su afirmación."
Subjetividad
El rechazo de l@s estudiantes nunca ha sido el deseo nostálgico e imposible de una vuelta a la
comunicación directa. Por el contrario, sienten que de cierta manera la tecnología comunicativa es
una tecnología adecuada para su antropología, para su forma de percepción, para su subjetividad. Ya
que nunca han sido esclavos de esas tecnologías, han captado perfectamente la significación política
de su forma actual, modelada por la comunicación institucional, y tratan de rearticularla de acuerdo
a una forma política que convenga a su forma de cooperación social. Una vez bloqueada la
comunicación con el sistema de la información, han desplazado toda la panoplia mediática para
encarar una democracia que pueda garantizar la especificidad de cada individualidad con el
"proyecto" colectivo. Una forma de comunicación que no se constituya como mediación abstracta,
sino que tenga la movilidad, la plasticidad y la revocabilidad de su democracia. La utilización de los
fax de las secretarías (¡el movimiento se llamaba también "movimiento de los fax 90"!) de las
facultades, que ha sido el medio de constitución de una red de comunicación continua y en tiempo
real entre todas las okupaciones, ha sido sólo el símbolo más mediatizado de la comunicación
alternativa. En realidad, el fundamento de la comunicación "alternativa" ha sido la forma política
que el movimiento ha instaurado inmediatamente (la forma de la discusión, de las tomas de
decisión, de la participación, de la organización). En la base de esta democracia existe una crítica de
la forma de representación "burguesa" (pero también socialista) que ell@s expresan mediante el
concepto de "homologación" (ya retomado por nuestro periodista). En efecto, lo que rechazan es
una triple homologación: la homologación social, la homologación política, la homologación
mediática.
La crítica de la homologación social apunta a la doble presuposición que existe entre el grupo social
y su líder para la definición de su identidad: el grupo expresa a su líder, que a su vez permite la
institución del grupo (por ejemplo, la relación de representación socialista entre los obreros y sus
sindicatos o la relación religiosa entre los fieles y los padres). La homologación política es una
puesta en discusión de la separación entre social y político. La representación política se basa en un
borrado de la diversidad de la singularidad social, tanto mediante el modelo del "ciudadano" y su
parlamento como mediante el modelo del "centralismo democrático". La homologación mediática
se experimenta como exterior y adversa porque utiliza y combina las dos formas de abstracción
(social y política) para la constitución del espectador y sus cualidades. De manera un poco
"ingenua", tratan de constituir nuevas formas de representación y participación: democracia directa,
participación y tomas de decisión consensuadas. Sobre esta "rearticulación" de la forma política y
por tanto de la forma comunicativa, han implantado el proceso de constitución de una subjetividad
colectiva, una de cuyas primeras tareas es la reconstrucción de la memoria de la alternativa política
y cultural italiana. Memoria de luchas que los media contribuyeron ampliamente, en primer lugar a
destruir, más tarde a borrar y a expulsar de la memoria colectiva. En realidad, est@s jóvenes
estudiantes son una "memoria antropológica" del "rechazo del trabajo" de los años sesenta y setenta
y, apenas han puesto en marcha el proceso de subjetivación colectiva mediante su acto de rechazo,
han experimentado también inmediatamente la necesidad de una memoria "cronológica". En unos
días han vuelto a abrir la posibilidad de recobrar diez años de retroceso político y cultural de la
Italia política y mediática. Desde el punto de vista de la comunicación, este movimiento ha
heredado de toda la experiencia de los movimientos que le han precedido: desvío de la
comunicación, comunicación alternativa, utilización de la comunicación no sólo como propaganda
sino como momento constitutivo de la subjetividad (elementos todos que ya, al final de los años
setenta, estaban presentes dentro del movimiento). Al mismo tiempo, el movimiento ha tomado acta
de los errores de los movimientos precedentes y de las trampas en las que habían caído. Hablo de la
utilización espectacular de los media y de la comunicación como "propaganda", que trajeron
consigo ambigüedades llenas de consecuencias.
El sistema institucional de la comunicación
Los juicios que l@s estudiantes han hecho sobre los media son juicios muy realistas y no
ideológicos: dada la forma de la comunicación del sistema de la información, dada su naturaleza y
por tanto la imposibilidad de dominar la circulación y la distribucion de la información que ell@s
mismos producen, han preferido mantener a distancia a l@s periodistas. Ya que al sistema se le
define de ese modo, no se le ve por ello monolíticamente como un bloque y no se privan de
utilizarlo cuando es preciso. Mediante su doble negación del "acontecimiento" (la prohibición del
acceso a l@s periodistas) y del movimiento como algo "público", l@s estudiantes han dejado al
desnudo la función de la comunicación como constitutiva de lo "real" y han desvelado el dispositivo
mediático de esa constitución. En lo que concierne al primer aspecto, el movimiento ha captado el
juego de devolución y de presuposiciones recíprocas entre media, poder y público. Los media, en
efecto, están en el centro de la constitución de un doble simulacro: dar coherencia y racionalidad
(que no tiene) al poder y constituir un público. En la fragmentación de lo real y la diversidad de
lógicas que lo animan, la "ficción" mediática otorga así un referente común. Esta doble simulación
permite la constitución de un espacio público en el que los media son al mismo tiempo defensores
de la opinión pública y consejeros del príncipe. En segundo lugar, la actitud de l@s estudiantes hace
surgir lo que la "evidencia" de la comunicación se ocupa de esconder cuidadosamente: la forma de
su producción. En efecto, la información no muestra que es el resultado de un institución
socioeconómica selectiva y de un aparato técnico codificador (prensa escrita o tele). Si ya no se
trata de una estructura que excluye y censura, sus mecanismos de "participación" y de "inclusión"
son instrumentos temibles de selección, filtraje y construcción de la información. Cuando l@s
estudiantes niegan el acceso directo a l@s periodistas y quieren controlar ell@s mism@s las
informaciones que les conciernen, tratan de oponer un instrumento eficaz al poder de intervención
de los media en lo real. Más fundamentalmente, la negación de la naturalidad del acontecimiento, la
problematización del "hecho bruto", detiene el mecanismo de legitimación del sistema de la
comunicación. En efecto, l@s estudiantes quieren "negociar" la objetividad del hecho, pues el relato
de una asamblea y su debate que aparece en los media es "tratado" en un laborioso proceso de
"producción". El bloqueo del acceso a la fuente de la información capta aún otro elemento del
funcionamiento de los media. La simulación mediática sólo es eficaz con la condición de que el
periodista esté "al lado" del público y de que conozca sus características, su imaginario, sus
cualidades. No basta con hablar de lo real, con nombrarlo. Hace falta también (para informar, para
darle forma) que la información encuentre relevos, por ejemplo, dentro del movimiento. Sujetos que
vehiculen el mensaje, que lo esparzan como un cáncer dentro del cuerpo.
Si el relato mediático "significa como significa un orden", es preciso que ese orden corresponda a
"tendencias" reales en el seno de lo social. Necesita una operación quirúrgica sobre el cuerpo del
movimiento, que seleccione ciertas cualidades, eliminando otras, para construir un discurso que sea
performativo. Los media contribuyeron poderosamente a la constitución del "terrorista" al final de
los años setenta, no porque hubieran impuesto desde fuera aquella categoría, sino porque se
apoyaron sabiamente en características "extremistas" seguramente presentes en el movimiento,
poniéndolas en evidencia y dándoles coherencia y legitimidad. Esa cultura "extremista" presente en
el movimiento fue jugada (por razones completamente "opuestas", por los media y por las
organizaciones combatientes) contra las alternativas políticas autónomas que existían en el
movimiento. Dicho de otro modo, la difusión de la comunicación mediante la irradiación de un
centro (o varios centros) como la de los media, corre el riesgo de resbalar por la superficie de las
masas indiferentes y opacas, si no se enlaza con la difusión por contagio. Comunicación típica de la
comunicación social hecha de pequeñas redes y de comunicación informal. La carencia de anclaje
(de carácter interno) en el movimiento ha hecho babear de rabia al sistema mediático, pues la
"infección" del movimiento había tenido pleno éxito sobre los movimientos de los años setenta.
Desde este punto de vista, el movimiento se niega como público y sigue siendo "impermeable" a la
intervención mediática.
Management de la comunicación y libertad de expresión
Parece que las diferentes experiencias del movimiento en el terreno de la comunicación tienden a
constituirlo como fuente "independiente" y "autónoma" de información, que produce materiales
eficaces (sin tener miedo de utilizar las técnicas más modernas) y en consecuencia como "sujeto" a
todos los niveles en la relación con el sistema institucional. Esta separación, esta autonomía (y
también la posibilidad técnica de expresarla) es la única esperanza de reinventar y volver a imponer
la libertad de expresión y de palabra en la sociedad mediática. Sin duda, se trata de una indicación
preciosa para todos los movimientos sociales que quieran constituir y mantener su autonomía
política respecto a la sociedad capitalista. Tan "ingenuamente" demócratas como parecen en su
definición del método "de consenso", en esa misma medida parecen tener una estrategia de
managers en relación a los sistemas de comunicación. L@s estudiantes han demostrado verdaderas
cualidades de "empresari@s" de la comunicación.
La teoría de la comunicación de los años ochenta y el movimiento
Ultima anotación. Bajo la acción del movimiento se derrumba toda la teoría posmoderna de la
comunicación. "El simulacro ha engullido a lo real y ha hecho de él una potencia desprovista de
sentido", es la divisa de todos los posmodernos. El mundo se re-duce así a la circulación de
imágenes y signos que no remiten más que a sí mismos. Se trata de la traducción audiovisual del fin
de la historia. "Ya no puede pasar nada." La sociedad despolitizada vive entonces sentada en su
sillón al ritmo un poco lúgubre de la democracia catódica. Entonces, qué pánico al ver, sobre la
simulación de lo real, sobre la imagen de una imagen, sobre el vacío del discurso mediático que
siempre remite a sí mismo, desengancharse procesos de subjetivación independientes del poder y
del saber instituidos.
Publicado en francés en Futur Antérieur, núm. 2, verano de 1990
---------------------------Notas:
Paralelamente, o quién sabe, al comienzo del movimiento estudiantil de okupaciones, una pantera se
escapaba de un circo –o algo así– en las afueras de Roma. La pantera consiguió varios días de
libertad hasta ser capturada por la pasma italiana. (N. de la pantera)
La Pantera
Hay al menos dos buenos motivos para dar a conocer el texto que presentamos a continuación: la
punzante actualidad de nuevas formas de fascismo y la dificultad que para aprehenderlas sufrimos
quienes a ellas nos oponemos, ya que –y es lo único que "sabemos"– nos olemos que no tenemos
nada que negociar, recoger o esperar de ellas más que mil formas de muerte. "Nuevo fascismo
europeo": estos fascismos son nuevos; estos fascismos son diferentes. Este enfoque nos anima a
investigar y pensar la fenomenología que, cuando no nos golpea y nos atraviesa, pasa a nuestro lado
o revienta en nuestro interior. Las referencias a la situación italiana presentes en el texto no reducen
su cercanía: por un lado, es posible reconocer una matriz común a las experiencias metropolitanas
europeas; por otro, no debería escapársenos que Italia, al menos desde los últimos treinta años,
constituye un (caótico) laboratorio de procesos de recreación, revolución, así como de control,
gobierno e incluso exterminio de lo social. El caso es que, por ejemplo en Madrid, al común
rechazo de aquello que se identifica como fascismo se acompaña una descripción que a duras penas
da cuenta de lo que está pasando: satisface la justificación del rechazo, en una especie de función
mitológica, pero pone las bases de una ceguera teórico-práctica que nos lleva a embestir a todos los
trapos que nos salen al paso. En concreto, pensamos que el texto es válido en la medida en que, sin
titubeos, pone en cuestión varios presupuestos, tanto analíticos como simbólicos, reconocibles
cuando actuamos como antifascistas: a) permanencia y continuidad entre las formas "clásicas" del
fascismo europeo y las actuales; b) exterioridad a lo social y, sobre todo, al "sí mism@" antifascista
de las prácticas y comportamientos fascistas, que presupone c) la identidad y la diferencia
ontológicas fundantes, de fascismo y antifascismo, así como la forma militar, de bandos, de la lucha
contra el fascismo y, por tanto, d) la reducción de la práctica antifascista a un problema de fines y
medios, resuelta a evitar, en las formas clásicas de la política radical (propaganda, agitación, acción
directa), la subida o la penetración del fascismo en la sociedad y el Estado. Hay muchos peros que
aducir. Ya no nos sentimos tan segur@s. No podemos garantizar(nos) que no seamos un@s nuev@s
fascistas europe@s pasado mañana. No convence el "¡No pasarán!": el fascismo ya ha pasado,
proteico. Queda por desarrollar la propuesta foucaultiana de una vida no-fascista.
la pantera
-------------------------Tesis sobre el nuevo fascismo europeo
1. El fascismo europeo de finales de siglo es el hermano gemelo, o bien el "doble" terrorífico de las
más radicales instancias de libertad y de comunidad que se entreabren en la crisis de la sociedad del
trabajo. Es la caricatura maligna de lo que podrían hacer hombres y mujeres en la época de la
comunicación generalizada, cuando el saber y el pensamiento se presentan nítidamente como un
bien común. Es la transformación en pesadilla de aquello que Marx llamaba el "sueño de una cosa".
El fascismo posmoderno no arraiga en las habitaciones cerradas del Ministerio del Interior, sino en
el caleidoscopio de las formas de vida metropolitanas. No se desarrolla en el ámbito siempre
temible de los aparatos institucionales, sino que concierne a aquello que sería más digno de
esperanza: los comportamientos colectivos que se sustraen a la representación política. No es un
feroz agarradero del poder constituido, sino la configuración eventual del "contrapoder" popular.
Puede convertirse en un rasgo fisionómico por parte de las clases subalternas, en el modo en que
éstas exorcicen y al mismo tiempo confirmen su propio carácter subalterno. En pocas palabras, el
nuevo fascismo se dibuja como guerra civil en el seno de un trabajo asalariado arrollado por la
tempestad tecnológica y ética del posfordismo. Toca de cerca a la intelectualidad de masa, a los
impulsos autonomistas y desestatalizadores, a las "singularidades cualesquiera", a los ciudadanos
avispados de la sociedad del espectáculo.
Frente al fascismo, la izquierda ha tendido a marcar una distancia infranqueable, cuando no incluso
una diferencia antropológica: ahora, en cambio, se trata de reconocer su naturaleza de espejo
deformante. O sea, su proximidad a las experiencias productivas y culturales de las que parte
también la política revolucionaria. Sólo un gesto de acercamiento puede predisponer antídotos
adecuados. Mirar a la cara al hermano gemelo significa colocar la propia praxis en un estado de
excepción en el que el curso más prometedor siempre está a punto de bifurcarse en catástrofe.
2. El fascismo europeo de finales de siglo es una respuesta patológica al progresivo desplazamiento
extraestatal de la soberanía y a la evidente obsolescencia que en lo sucesivo caracteriza al trabajo
sometido a un patrón. Ya sólo por estos motivos, está en las antípodas del fascismo histórico.
Cualquier eco o analogía sugerida por el término sólo lleva a confusión. No obstante, el uso del
término es oportuno: oportuno para señalar, hoy como en los años veinte, un fenómeno
esencialmente diferente de una inclinación conservadora, iliberal, represiva por parte de los
gobiernos. Para señalar, precisamente, a un "hermano gemelo" robusto y espantoso.
3. A veces se ha designado la metamorfosis de los sistemas sociales en Occidente, durante los años
treinta, con una expresión tan perspicua como aparentemente paradójica: socialismo del capital.
Con ella se alude al papel determinante que asume el Estado en el ciclo económico, al final del
laissez-faire liberal, a los procesos de centralización y planificación conducidos por la industria
pública, a las políticas de pleno empleo, al exordio del Welfare. La réplica capitalista a la revolución
de Octubre y a la crisis del 29 fue una gigantesca socialización (o mejor dicho, estatalización) de las
relaciones de producción. Por decirlo con Marx, se dio "una superación de la propiedad privada en
el propio terreno de la propiedad privada".
Como sabemos, el fascismo histórico representó una variante o una articulación del "socialismo del
capital". Hiperestatalismo, militarización del trabajo que no se distingue de su exaltación, apoyo
público a la demanda efectiva, fordismo político (es decir, trasladado a forma de gobierno): son
estos algunos de sus rasgos importantes. El modelo elaborado por Lord Keynes tuvo una realización
práctica no sólo en el New Deal roosveltiano, sino también en la política económica del Tercer
Reich.
La metamorfosis de los sistemas sociales en Occidente, durante los años ochenta y noventa, puede
sintetizarse del modo más pertinente con la expresión: comunismo del capital. Esto significa que la
iniciativa capitalista orquesta a su favor precisamente las condiciones materiales y culturales que
asegurarían un sereno realismo a la perspectiva comunista. Pensemos en los objetivos que
constituyen la "sustancia de las cosas esperadas" de los revolucionarios modernos: abolición del
escándalo intolerable que es la persistencia del trabajo asalariado; extinción del Estado como
industria de la coerción y "monopolio de la decisión política"; valorización de todo lo que hace
irrepetible la vida del individuo. Pues bien, en el curso de la última década se ha puesto en escena
una interpretación capciosa y terrible de esos mismos objetivos. En primer lugar: la irreversible
contracción del tiempo de trabajo socialmente necesario ha ido pareja al aumento del horario para
quien está "dentro" y de la marginación para quien se queda "fuera". También, y en especial, cuando
es exprimido por las horas extraordinarias, el conjunto de los trabajadores dependientes se presenta
como "superpoblación" o "ejército industrial de reserva". En segundo lugar, la crisis radical, o
incluso la disgregación, de los Estados nacionales se explica como reproducción en miniatura, como
cajas chinas, de la forma-Estado. En tercer lugar, tras la caída de un "equivalente universal" capaz
de una vigencia efectiva asistimos a un culto fetichista de las diferencias: sólo que éstas últimas,
reivindicando un subrepticio fundamento substancial, dan lugar a todo tipo de jerarquías vejatorias
y discriminadoras. El fascismo europeo de finales de siglo se nutre del "comunismo del capital".
Juega la partida en el confín incierto entre trabajo y no-trabajo, organiza a su manera el tiempo
social excedente, secunda la proliferación cancerosa de la forma-Estado, ofrece refugios variables a
la ausencia de pertenencia y el desarraigo que surgen del vivir la condición estructural de
"superpoblación", escande "diferencias" lábiles y sin embargo amenazadoras.
4. Max Horkheimer, en su estudio de 1942 sobre el Estado autoritario, determina la base material
del fascismo en la destrucción sistemática de la esfera de la circulación en tanto ámbito de la
Liberté y de la Égalité. La concentración del proceso productivo por parte de los monopolios
desautoriza, según Horkheimer, la apariencia de un "intercambio justo" entre sujetos paritarios en
que se basa la igualdad jurídica y todo el "Edén de los derechos" burgués. Con la degradación de la
libre competencia se desmorona la libertad tout court. El despotismo del régimen de fábrica, lejos
de permanecer como una verdad oculta e impresentable, pasa al primer plano, pone a su servicio
teatralmente el ámbito de la circulación, se convierte en modelo institucional, se afirma como
auténtico nomos de la tierra. Los módulos operativos de la producción de masa irrumpen en la
política y en la organización del Estado. Los procedimientos basados en el consenso (cuyo modelo
es el intercambio de equivalentes) dan paso a procedimientos prescriptivos de carácter técnico,
suministrados por las conexiones concretas del proceso de trabajo.
En la posguerra, el antifascismo toma acta de las condiciones materiales que habían determinado el
naufragio de los regímenes liberales. En consecuencia, para no dejarse burlar por las palabras,
concibe la democracia en primer lugar como democracia industrial. Titulares de la ciudadanía no
son ya los individuos atomizados que interaccionan en el mercado, sino los productores. Identidad
trabajista e identidad democrática tienden a coincidir. El individuo es representado en el trabajo, el
trabajo en el Estado: ese es el proyecto global, ya sea realizado o relegado en el tiempo, pero en
todo caso dotado de dignidad constitucional. El ocaso de la Primera república italiana no se
distingue de la conflagración de ese proyecto, de la desaparición de sus propios fundamentos. Y
sobre los escombros de la democracia industrial se deja ver la silhouette del fascismo posmoderno.
El peso sólo residual del tiempo de trabajo en la producción de la riqueza, el papel determinante que
en ella desempeñan el saber abstracto y la comunicación lingüística, el hecho de que los procesos de
socialización tengan su propio baricentro fuera de la fábrica y de la oficina, el civilizado desprecio
hacia cualquier reedición de la "ética del trabajo", todo ello y más cosas aún hacen políticamente
irrepresentable a la fuerza de trabajo posfordista. Si tal irrepresentabilidad no se hace un principio
positivo, un eje constitucional, un elemento definitorio de la democracia, aquella, como mero "ya
no", puede determinar las condiciones para una drástica restricción de las libertades.
El fascismo posmoderno hunde sus raíces en la destrucción de la esfera laboral como ámbito
privilegiado de la socialización y lugar de adquisición de la identidad política.
5. Marx decía: la fuerza de trabajo no puede perder sus cualidades de no capital, de virtual
"negación del capital", sin dejar de constituir al instante la levadura del proceso de acumulación.
Hoy habría que decir: la fuerza de trabajo posfordista no puede perder sus cualidades de no trabajo
—o sea, no puede dejar de participar en una forma de cooperación social más amplia que la
cooperación productiva capitalista— sin perder al mismo tiempo sus virtudes valorizadoras. En las
fábricas de la "calidad total" o en la industria cultural, es buen trabajador el que vierte en la
ejecución de la propia tarea actitudes, competencias, saberes, gustos, inclinaciones maduradas en el
vasto mundo, fuera del tiempo específicamente dedicado al "curro". Hoy merece el título de
Stajanov quien saca provecho profesionalmente de un actuar-en-concierto que sobrepasa (y
contradice) la estrecha socialidad de las "profesiones" conocidas.
La política estatal apunta a recuperar siempre desde el principio la cooperación social excedente a la
cooperación laboral, imponiendo a aquella los criterios y unidades de medida de ésta. El fascismo
de finales de siglo, en cambio, da una expresión directa a la "cooperación excedente": pero una
expresión jerárquica, racista, despótica. Hace de la socialización extralaboral un ámbito
descompuesto y bestial, predispuesto al ejercicio del dominio personal; instala en él los mitos de la
autodeterminación étnica, de las raíces recuperadas, del "suelo y sangre" de supermercado;
reestablece entre sus pliegues vínculos familiaristas, de secta o de clan, destinados a conseguir el
disciplinamiento de los cuerpos que ya no proporciona la relación de trabajo.
El fascismo de finales de siglo es una forma de colonización bárbara de la cooperación social
extralaboral. Es la parodia granguiñolesca de una política finalmente no estatal.
6. Las principales orientaciones de la cultura europea de la última década no ofrecen un antídoto, ni
tampoco un indiscutible punto de resistencia al nuevo fascismo. Es más, este último distorsiona y
reutiliza, en una especie de némesis ultrajante, conceptos e imágenes-del-mundo aparejados para
celebrar el "fin de la historia" y de sus ritos sangrientos. En particular, el pensamiento posmoderno,
que ha descrito la reducción a trabajo asalariado del saber y del lenguaje como una irrupción
liberadora de las "diferencias", o como un eufórico paso del Uno a los Muchos, no puede
considerarse inocente cuando es precisamente en los Muchos donde se afirman formas fascistas de
microfísica del poder.
7. La crisis de la democracia representativa es interpretada, en Italia, por las Leghe y por algunas
componentes de las formaciones referendarias: por tanto, por los baciabambini de la "segunda
república". Son voces diversas entre sí, es más, en competencia unas con otras, pero todas hacen
coincidir la descomposición de la representación (o, mejor dicho, de la representabilidad) con la
restricción de la participación política y de la democracia en general. Cuidado: es cierto que no se
trata de posiciones "fascistas", sino de proyectos cuya realización determina el espacio vacío, o la
tierra de nadie en la que el fascismo de finales de siglo puede de hecho fortalecerse.
Hoy, el antifascismo radical consiste en concebir la crisis de la representación no ya como
inevitable esclerosis de la democracia, sino, por el contrario, como la ocasión extraordinaria para su
desarrollo sustancial. Dicho de otro modo, inmunizarse del "hermano gemelo" significa, hoy,
elaborar y experimentar organismos de democracia no representativa. Frente a la riña furibunda
entre proporcionalistas y mayoritarios (ayer), así como entre primerturnistas y segundoturnistas
(mañana), parece oportuno poner sobre la mesa una pregunta de otro tenor, pero todo menos
evasiva. Es esta: ¿cómo organizar los soviets de la intelectualidad de masa y de todo el trabajo
posfordista? ¿Cómo articular una esfera pública radicalmente extraparlamentaria? ¿Qué
instituciones democráticas —y, por esa razón precisamente, no representativas— pueden dar plena
expresión política a la trama actual que forman trabajo, comunicación y saber abstracto? Preguntas
de cierta urgencia, como demuestra el pequeño Tiennanmen que el pasado otoño ha empezado a
pagar las cuentas al sindicato de Estado.
---------------------------Notas:
Publicado en la revista romana Luogo Comune, año III, nº 4, junio de 1993. Luogo Comune es un
proyecto de organización del pensamiento crítico (ya clausurado) que durante unos años ha reunido
a diversos "inasimilables" del mundo militante y académico italiano. Entre sus colaboradores cuenta
con participantes en la experiencia de la autonomía obrera en los años setenta –es el caso del
filosofo Paolo Virno, o de Franco Berardi, Bifo, de Franco Piperno, entre otros así como de bichos
raros del pensamiento italiano –entre el pensiero debole y el hegelianismo barato– es el caso de
Giorgio Agamben o de Augusto Illuminati. El texto que presentamos no va firmado pero responde a
una redaccion colectiva de los colaboradores de la revista. (N. de la pantera)
En el ámbito de la relación salarial, podemos llamar posfordismo al proceso que, a partir de la mitad
de los años setenta, invierte la secuencia keynesiana demanda/produccion/empleo mediante la cual
dice que los beneficios de hoy hacen las inversiones de mañana y el empleo de pasado mañana. Es
la lógica de base de las llamadas políticas de desinflación competitiva, tanto en su versión de
derecha como en la socialliberal, con la salvedad de que lo que para una constituye una condición
estratégica para reestablecer los mecanismos flexibles de la regulación competitiva de la relación
salarial, no representa para la otra más que una medicina necesaria y transitoria, dictada por las
constricciones objetivas de la mundialización. En el plano de los procesos productivos y de las
formas de mando sobre la cooperación social, el posfordismo remite de modo general a la
informatización de lo social, la automatización en las fábricas, el trabajo difuso, la hegemonía
creciente del trabajo inmaterial y del llamado terciario (comunicativo, cognitivo y científico,
performativo, afectivo), la mundialización en acto de los procesos productivos. El posfordismo es,
siempre, crisis, su genealogía no nos lleva al agotamiento técnico de un régimen de acumulación,
sino al cuestionamiento de las propias bases de control de la relación salarial y de subordinación del
trabajo vivo al trabajo muerto, del capital variable al capital fijo. La crisis es una crisis social, que
corresponde al desarrollo de un sujeto colectivo que se ha negado como fuerza de trabajo y como
consumidor masificado, vaciado de toda cualidad y toda existencia autónoma, salvo en su
integración en el capital. Hay una continuidad que une la microconflictividad, el absentismo
sistematico, el sabotaje (el rechazo del trabajo en la cadena), al deseo general de promoción social
(lucha por la escolarización de masa) y de valorización de las capacidades como medios de
reapropiación de los mecanismos sociales de la producción y la reproducción. (N. de la pantera)
Intelectualidad de masa es un intento, siempre prospectivo, de definir al proletariado posfordista.
Este se ve constituido por una masa obrera reestructurada por los procesos de producción
informatizados y automatizados, procesos gestionados de manera centralizada por un proletariado
intelectual cada vez más numeroso y cada vez más metido en el trabajo en la informática, la
comunicación, la formación, subtendido y constituido por la imbricación permanente de la actividad
técnico-científica y del duro esfuerzo de la producción de las mercancías, por el empresariado de las
redes en que se manifiesta esa imbricación, por la combinación cada vez más íntima y la
recomposición del tiempo de trabajo y de las formas de vida. En la subsunción (inclusión y
sometimiento) científica del trabajo productivo, en la abstracción y la socialización crecientes de la
producción, la fuerza de trabajo posfordista es cada vez más cooperante y autónoma. El propio
desarrollo de la productividad da al proletariado una independencia máxima en tanto base
intelectual y cooperativa, en tanto empresariado económico. Ahora bien, es un error comprender
solamente o sobre todo la intelectualidad de masa como un conjunto de funciones: informatic@s,
investigador@s, emplead@s de la industria cultural, etc. Con esa expresión se designa más bien una
cualidad y un signo distintivo de toda la fuerza de trabajo social de la época posfordista, allí donde
se ha puesto a trabajar al lenguaje mismo, donde se ha convertido en trabajo asalariado. La
intelectualidad de masa son l@s nuev@s contratad@s de la gran fábrica automovilística,
escolarizad@s y ya socializad@s antes de entrar al taller; l@s estudiantes que, bloqueando las
universidades, vuelven a poner en tela de juicio la forma misma de las fuerzas productivas con una
voluntad de experimentación y de construcción; l@s inmigrantes, para quienes la lucha por el
salario nunca es separable de una confrontación, incluso de fricciones, entre las lenguas, las formas
de vida, los modelos éticos. La intelectualidad de masa se ve en el centro de una paradoja bastante
instructiva. Podemos señalar sus principales características sobre todo a nivel de los hábitos
metropolitanos, de los usos del lenguaje, del consumo cultural. No obstante, precisamente cuando la
producción ya no parece ofrecer una identidad, se proyecta sobre cualquier aspecto de la
experiencia, sometiendo entonces a su cargo las competencias comunicativas, las inclinaciones
éticas, los matices de la subjetividad. (N. de la pantera)
Singularidad cualquiera es el concepto que Giorgio Agamben propone para pensar una comunidad
venidera. Cualquiera es la figura de la singularidad pura. La singularidad cualquiera no tiene
identidad, no se determina en relación a un concepto, pero no por ello es simplemente
indeterminada; más bien es determinada únicamente a través de su relación con una idea, es decir,
con la totalidad de sus posibilidades. Lo que lo cualquiera añade a la singularidad no es más que un
vacío, un límite; lo cualquiera es una singularidad más un espacio vacío, una singularidad finita y,
no obstante, indeterminable en función de un concepto. Pero una singularidad más un espacio vacío
no puede ser más que una exterioridad pura, una pura exposición. En este sentido, cualquiera es el
acontecimiento de un afuera. ¿Cuál puede ser la política de la singularidad cualquiera o, dicho de
otra manera, de un ser cuya comunidad no se ve mediatizada ni por una condición de pertenencia
(ser roj@, madrileñ@, comunista) ni por la ausencia de toda condición de pertenencia, sino por la
pertenencia misma? La novedad de la política que se anuncia es que ya no será una lucha por la
conquista o el control del Estado, sino una lucha entre el Estado y el no-Estado (la humanidad),
disyunción irremediable entre las singularidades cualesquiera y la organización estatal. Esto no
tiene nada que ver con la simple reivindicación de lo social contra el Estado. Las singularidades
cualesquiera no pueden formar una societas porque no disponen de ninguna identidad que pudieran
hacer valer, de ningún lazo de pertenencia que podrían hacer reconocer. La singularidad cualquiera,
que quiere apropiarse de la pertenencia misma, de su propio ser en el lenguaje y rechaza, entonces,
toda identidad y toda condición de pertenencia es, entonces, el principal enemigo del Estado. (N. de
la pantera)
El fordismo como proceso de modificación de la relación salarial y productiva y reproductiva fue el
producto complejo y progresivo de las luchas de la clase obrera americana. El modelo de la gran
firma y el oligopolio concentrado, por encima de las determinaciones económicas (los mercados de
masa y la economías de escala), se forjó a finales del siglo pasado para responder a la
desestructuración de las reglas de la competencia del mercado de trabajo determinada por el
movimiento de los "Caballeros del trabajo". De hecho, los principios de la OCT (organización
científica del trabajo) se definieron durante esta misma época, mucho antes del desarrollo de la
producción de masa, con el fin de privar al "obrero profesional" de su savoir-faire, en el que
descansaban su autosuficiencia productiva y el proyecto político autogestionario (cuyo equivalente
en Europa fue el movimiento de los "consejos" a finales de la segunda década de este siglo). El
"cronómetro" y, a continuación, la cadena de montaje determinaron un formidable proceso de
abstracción del trabajo. La instalación de una articulación funcional entre las normas de producción
y las del consumo de masa es, igual-mente, el resultado del primer gran ciclo de luchas del obreromasa, los wobblies (formas de sabotaje) de los IWW (Industrial Workers of the World). El origen
del Five Dollars Day, introducido por H. Ford, no hay que buscarlo en las nuevas condiciones
técnico-económicas de la producción en serie, sino en el rechazo obrero de la cadena. De manera
aún más decisiva, el New Deal, con su esfuerzo de integración estable de esta figura obrera en los
mecanismos de negociación colectiva y del consumo de masa es el resultado del antagonismo
obrero. Sólo a posteriori y a tientas en cada momento, esa lógica de la conflictividad puede
considerarse como la articulación de un conjunto de principios técnico-económicos y de
compromisos institucionales. Las diferentes configuraciones de la relación salarial explican la
diversidad de las trayectorias nacionales en el crecimiento y la crisis del fordismo. (N. de la pantera)
Tout court: "A secas" (N. de la pantera)
En griego clásico, nomos significa: "uso, costumbre, orden, fundamento, derecho, regla, norma." En
este caso, nomos remite a una normatividad, un derecho basado en entidades como raza, nación,
estirpe. sangre (sea, por ejemplo, el citado «sangre y suelo» nacionalsocialista, pero también, desde
luego, módulos de identidad nacional de carácter a la vez religioso y territorial, sin ir más lejos el
siempre pestilente nacionalismo español). El nomos se opone, aunque no puede hablarse de una
oposición absoluta— cara a l@s amateurs del Estado de Derecho, a una normatividad positiva,
histórica y/o social, que alterna y combina genealogía con formalismo, procedimiento con
sobredeterminación oportuna, apertura con cierre transcendente. No en vano, hasta cierto punto hoy
podríamos hablar, en determinados casos y usos, de la práctica estatal de los Derechos Humanos
como la postulación de un nomos que se remite al Territorio insondable del Hombre o de la Persona
humana contra la productividad ética y normativa de nuevas formas de vida o como amparo y
justificación de todo tipo de actos de imposición y agresión (léase ONU y salvíficas intervenciones
militares, con maletín constitucional de urgencia, por todo el planeta). (N. de la pantera)
Némesis es la diosa de la justicia griega. La némesis histórica es la justicia que, a través de la
historia, carga sobre los descendientes las injusticias de los progenitores. (N. de la pantera)
Las Leghe, las Ligas, representan, a veces de manera caricaturesca pero no menos real, a las nuevas
fuerzas productivas de las pequeñas y medianas empresas de sectores punta que se han afirmado en
el Norte –es decir, en una de las zonas productivas más ricas de Europa–. Las Ligas proponen
expresamente y en la actualidad ponen en práctica (en el caso de la Liga Lombarda) el fin de la
Primera República, una nueva constitución federal y un liberalismo económico extremo. Por lo
demás su composición política y cultural es extremadamente reaccionaria. (N. de la pantera)
baciabambini: Literalmente, besaniños. (N. de la pantera)
El texto se refiere a las disputas parlamentarias acerca del sistema electoral italiano, tanto durante la
I República como en lo que pudiera convertirse en la II o la "I y medio". (N. de la pantera)
La propuesta o el planteamiento de la construcción de sóviet de la intelectualidad de masa merece,
desde luego, una cierta fundamentación, o al menos un intento de explicación. Entre otras
condiciones o presupuestos, la primera descansa en la hegemonía tendencial del trabajo inmaterial,
y por tanto la reapropiacion cada vez más completa del saber técnico-científico por parte del
proletariado, de tal forma que ya no podemos considerar el saber técnico-científico como función de
mando "mistificada" separada de la intelectualidad de masa. La segunda condición tiene su origen
en el final de toda distinción entre trabajo y vida social, entre vida social y vida individual, entre
producción y formas de vida. En este contexto, lo político y lo económico ya no son más que las
dos caras de una misma medalla. Todas las viejas distinciones burocráticas y miserables entre
sindicato y partido, entre movimiento de masa y movimiento de vanguardia, y todo cuanto de ello
se deriva, parecen a punto de desaparecer definitivamente. La política, la ciencia, la vida caminan
juntas: en ese marco lo real produce la subjetividad. En consecuencia, el tercer punto que hay que
examinar es saber cómo, sobre esa base, puede construirse positivamente la alternativa al poder
existente a través de la expresión de la potencia. La destrucción del Estado sólo puede concebirse a
través de un proceso de reapropiacion de la administración, es decir, de la esencia social de la
producción, de los instrumentos de inteligibilidad de la cooperación social y productiva. La
administración es la riqueza, consolidada y puesta al servicio del "mando". Reapropiarse de ella es
fundamental –reapropiarse de ella a través del ejercicio del trabajo individual planteado en la
perspectiva de la solidaridad, en la cooperación para administrar el trabajo social, para asegurar una
reproducción cada vez más rica del trabajo inmaterial acumulado–. Los soviets se verán definidos
por tanto por el hecho de que expresarán inmediatamente la potencia, la cooperación, la
productividad. La paradoja constitucional de una república constituyente de los soviets de la
intelectualidad de masa es que llega antes del Estado y llega desde fuera del Estado. En ella el
proceso constitucional no tiene fin, la revolución no acaba nunca, la norma constitucional y la ley
ordinaria tienen el mismo origen y se desarrollan de modo unitario en el seno de un único
procedimiento democrático. Se trata de destruir la separación, la desigualdad, el poder que
reproduce a la vez separación y desigualdad. Hoy, los soviets de la intelectualidad de masa pueden
asignarse la tarea de construir, al margen del Estado, una máquina en la que la democracia directa
en lo cotidiano organice la comunicación directa , la interactividad de l@s ciudadan@s, al mismo
tiempo que produce subjetividades cada vez más libres y más complejas. (N. de la pantera)
En el otoño del 92, tras una serie de acuerdos firmados a partir del mes de julio del mismo año entre
el "gobierno de crisis" del socialista Amato y las grandes burocracias sindicales (CGIL, CSIL y
UIL) –que orquestaban los primeros golpes mortales al Welfare State italiano: recortes salariales,
contrarreforma de las prestaciones de desempleo, pensiones... todo en nombre de la reducción del
déficit público y la integración europea– se produjo una contestación masiva en la calle, en la que
los representantes sindicales fueron apedreados –para ser más exactos: «dadeados», pues fueron
dados y no tornillos los proyectiles más utilizados– hasta el punto de no poder celebrar un solo acto
público (o de hacerlo con la concurrida presencia de policías y partenaires de los servicios de orden
sindicales). Las jornadas de otoño del 92 suponen también la consolidación de formas de
autoorganización de l@s asalariad@s (los Cobas, Comitati di Base), que, en sectores como la
enseñanza, la sanidad o las telecomunicaciones, así como en algunas fábricas de automóviles
rompen con el despotismo sindical. (N. de la pantera)
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